domingo, 11 de mayo de 2014

Capítulo III

Monasterio de San Pablo
Peñafiel, provincia de Valladolid
2013


Los primeros rayos de luz comenzaban a salir con impaciencia, y desde la habitación de Nathaniel se veían de una manera increíble. Gianluca no había visto tanta hermosura desde hacía tiempo. Los tímidos colores claros, el aire fresco, la brisa con olor a verano... Saboreó cada segundo que contemplaba viéndolo, hasta que el sol había salido por completo y tuvo que bajar las persianas para que no le molestara a Nathaniel.
Cansado de tanto esperar de pie, decidió sentarse en la silla y escuchar algo de música para que la espera no se le hiciera eterna, no subió el volumen al máximo como a él le gustaba  por respeto a su amigo, pero no pudo evitar perderse en las notas que le hacían vibrar cada músculo de su robusto cuerpo.
No sabía muy bien cuánto tiempo llevaba encerrado en esa habitación que lo estaba dejando K.O en todos los sentidos, tampoco sabía cuantas veces había contado las respiraciones por minuto que había tenido, ni cuantas había escuchado su canción favorita, o las veces que había pensado en su familia... No sabía nada, era deprimente estar encerrado sin poder hablar con nada ni con nadie, pero por encima de todo estaba su amigo y se mentiría a sí mismo si negaba que estaba muy preocupado por la salud de su compañero y que más de una vez se le había escapado unas lágrimas al ver que sus constantes bajaban y que casi no respiraba... Tan solo de pensarlo,  de creer imaginar algo muchísimo más grave se le hacía un nudo en el estómago y se le empañaban los ojos.
Le tenía tanto cariño, que era capaz de hacer cualquier cosa para salvar su vida.

- Hey... ¿Estás llorando? - murmuró el enfermo con un hilo de voz.

Y quizás  hablar había sido lo peor que podría haber hecho. Sintió como todo su pecho ardía y se asfixiaba poco a poco.

- No te creas tanto, no eres tan importante. Es tu habitación que tiene mucho polvo y me da alergia - fingió con una tímida sonrisa.

Se sentó a su lado y le obligó a que volviera a cerrar los ojos y siguiera descansando, pues él bajo ningún concepto se iba a ir, quedaba más que prometido.

"El estar en la cama lleno de vías, sueros, vendas, aparatos que ni sé cómo se llaman, me están volviendo loco. No sé cómo, cuándo, ni por qué estoy aquí... ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué Gianluca intenta evitarme? ¿Es que me he perdido algo? ¿Qué me está ocurriendo?
Necesito tantas respuestas y tan solo encuentro más preguntas; estoy gritando y nadie me escucha, estoy llorando y nadie me consuela, estoy arañándome la cara y nadie... 

- Y nadie está cansada de escucharte día tras día, a la misma hora, hacerte las mismas preguntas.

No sabía exactamente donde estaba, todo lo veía negro, pero si intentaba forzar la vista, podía ver como unos ojos de dos colores diferentes se iban acercando un poco más a mí; aún así, no había rostro que pudiera averiguar. Tan solo el color de sus ojos y el perfume embriagador que me dejaba anonadado; incluso su voz sonaba robótica.

- ¿Quién eres? - pregunté algo asustado.

- La pregunta es al revés. ¿Quién eres tú y por qué llevo días soñando contigo?

Me quedé sin palabras, le estaba respondiendo, pero aquella persona no podía responderme. De nuevo me estaba quedando sin aliento y mis pulmones se cerraban por completo, las manos buscaban con ansia una vía de escape, algo que me pudiera despertar de aquel maldito sueño. Mis oídos se agudizaron e incluso mi visión se volvió más clara, pero aún así la penumbra se apoderaba de mí y me impedía avanzar por mi camino. El cuál se debatía entre la vida o la muerte, pero estaba luchando y sentía como hacía todo lo posible para salir de este pozo negro, parece que algo, alguien, o como quiera llamarlo me quería a su lado y yo tenía que aludirlo como fuera.

De repente todo se volvió demasiado estrecho y a existir algo más de luz. Me arrastré a gatas por el suelo, que era frío como el hielo y a la vez ardiente, hasta que el espacio se hizo tan pequeño que tornó la forma de una cúpula que comenzó a llenarse de agua rápidamente que por mucha fuerza que intentase golpear, el cristal parecía irrompible.
Y de nuevo, me estaba ahogando, sin poder respirar ni de mover un solo músculo de mi cuerpo, pues como por arte de magia unas cadenas me mantenían prisionero, y si más fuerza empleaba, la cadena tiraba más de mí hasta sangrar.
Necesitaba salir, decirle a Gianluca que estaba muriendo, que me ayudase, pues yo no podía solo. Necesitaba despedirme de mi familia por última vez e incluso dar gracias al monasterio. Necesitaba...
Todo mi ser dejó de pensar y se concentró en el dolor que estaba sufriendo desde mi fuero interno. Miles de cuervos estaban picoteando mi cuerpo sin razón alguna, la sangre aumentaba cada vez más, brotaba por doquier e incluso hacía hedor de ella.
Podía ver mi reflejo a través del cristal. Más delgado, pálido, indefenso, enfermizo que de costumbre, me tendía la mano con una tímida sonrisa. En él no se veía los cuervos, ni la sangre, ni la cúpula, tan solo un mar cristalino al fondo y lleno de color.
Era mi oportunidad, tenía que lograr llegar hasta mí mismo. Así que anulé casi todos mis sentidos con fuerza de voluntad. Notaba con exactitud como los huesos sobresalían de mi ser.

Mi mano estaba rozando mi propio reflejo, sentía que podía hacerlo, así pues, dejé derramar unas cuántas lágrimas de lo que estaba quedando de mis ojos y di un solo empujón más. Ese empujón me envió con la unión de mi propia alma, recomponiendo cada hueso roto, dejando ver con claridad después de a saber cuánto tiempo, respirando sin dificultad alguna, cicatrizando mis heridas con una cancioncilla que nuevo la voz aguda iba marcando con dulzura su inglés:

<<  I know you want to find me.
       Don´t tired looking for me.
       But I don´t want you yield.
       Love taste better if you have to fight.
      You´re looking for me boy, anonymous>>

Tan solo me dejé llevar... si esto era la muerte, al menos estaba teniendo una tranquila."

El reloj de la mesita de noche de Nathaniel dio las doce, el cuál hizo que Gianluca se despertarse sobresaltado y se llevó las manos a la cara a modo de culpa por haberse quedado dormido en vez de estar pendiente a su amigo, pero para su asombro, las pulsaciones estaban mejorando y su respiración comenzaba a ser más rítmica.

- Vamos Joseph, sé que puedes hacerlo... Estoy contigo, no lo olvides.

Estaba más sensible que de costumbre y era comprensible, pero no podía seguir así. Si alguien lo veía de aquella manera, o incluso el mismo Nathaniel de nuevo, se preocuparía más.
Él mismo reconocía que tenía construido un caparazón a modo de protección y quizás era malo, pero le habían ocurrido tantas cosas al pobre Gigi desde que creció, que la única forma de salvarse a sí mismo era hacerse más fuerte con cada golpe que le había birndado la vida sin pecado alguno.

Miró a su alrededor, todo lo que contenía la habitación del chico de los ojos verdes era muy importante para él y Gianluca estaba seguro de que todos los días leía de nuevo cada carta o inhalaba el olor que aún seguía existiendo entre los objetos. Era tan cuidadoso y tan tierno con otros, que todo al lado del holandés parecía un mundo de arco iris y aunque su fachada  de chico duro parecía que no le importara lo más mínimo, todo eso le encantaba. Le recordaba tanto a su casa, sus jardines verdes, al espacio abierto y colorido a pesar de sus días de lluvias, a las vistas de casa que se veía el castillo, al olor de limón de su madre, a las manos trabajadoras de su padre como panadero, a la risa contagiosa de su hermana pequeña, y aunque fuera pecado, le recordaba a ella, a sus ojos oscuros y mirada intensa que tan loco le tenía...

Nathaniel hizo una mueca y el interpelado se dio la vuelta en seguida dejando las cosas en su sitio y se sentó al lado suya.

- ¿Me escuchas JN? Mueve un dedo si es sí y dos si es no.

Aguardó un momento. Sabía que el estado en el que se encontraba era grave, pero intentaba quitar hierro al asunto siempre que podía.
No estaba en coma, al menos no del todo, pero temía que la incosciencia  se loo llevara con ello para siempre...
Un golpecito suave provocó un suspiro de alivio y un breve sudor por la frente al muchacho.

- No sabes cuánto me alegro de que puedas oírme, pero no me basta Joseph, intenta despertar y no te quedes atrapado en donde te encuentres ahora mismo. Eres fuerte y lo sabes. Si tienes algo que decirme, hazlo de mejor manera que puedas. Intentaré ayudarte, te lo prometo.

Esperó a una respuesta, pero esta vez no hubo nada a cambio. Volvió a sentarse en la silla con la esperanza de que la mejora de su amigo solo era el comienzo y nunca se daría por vencido.

- Tío, no sabes las ganas que tengo de fumarme un piti y no puedo por tu culpa. Te vas a salir con la tuya y todo... Verás cuando despiertes, te vas a cagar - rió con cierta tristeza.


" De nuevo volvía a estar tumbado, pero pude sentir que tenía algo húmedo debajo de mí y en que el destello plateado de la luna me estaban cegando e impidiendo ver.
Me llevé las manos a los ojos y calmé mi respiración. Al menos sabía que ya estaba a salvo a pesar de no saber si seguía o no con vida.
Quise ponerme de pie de golpe, pero noté cómo las piernas me flaqueaban, así que opté por levantarme poco a poco y estabilizarme. 
Abrí el ojo izquierdo primero y luego el derecho y me quedé sin aliento cuando vi aquel maravilloso paisaje... 
¿Cómo no me había dado cuenta? Estaba en una isla desierta , con un mar cristalino, la arena tan efímera y delicada en color dorada, las palmeras, los cocoteros, el cielo oscuro dejaba ver con exactitud sus preciadas constelaciones, el aroma a mar, a nubes tostadas, a coco derretido, hacían de aquel lugar aún más perfecto.
No podía creerme lo que estaba viendo, había pasado de estar en una cúpula llena de agua con cuervos asesinos, a un paraíso incondicional...
Y aunque sonreí por un momento, la dejé de lado de nuevo, pues sabía que detrás de todo lo bueno se escondía algo malo y ansiaba saber qué era exactamente.
Respiré hondo un momento, llenándome los pulmones del aire más puro que jamás volvería a tomar y me adentré un poco más en el bosque.
Para mí no era de gran sorpresa que estuviera a oscuras y no pudiera ver, pero aún así me asombró.

Los arbustos y plantas no eran muy gruesos y dejaban abrir el paso con facilidad, cosa que agradecí porque necesitaba encontrar una nota o algo al menos. Los grandes árboles, más palmeras, arbustos, plantas, el tintinear de algún que otro animal me convencían cada vez más de que el lugar en el que me encontraba era sumamente hermoso y sería un placer vivir aquí.
El sonido de una rama crujir me sacó de mis pensamientos.

- ¿Quién anda ahí? ¿Hay alguien?

- Veo que ya has despertado. Bienvenido a la vida de nuevo, Don Preguntas.

Otra vez esa voz robótica... Me estaba quedando paranoico, ¿qué era esto realmente? ¿Dónde estaba?

- ¿Puedes hacer el favor de callarte un momento? Tus pensamientos no me dejan descansar.

-¿Pu... puedes oírme? - pregunté estupefacto.

- Llevo haciéndolo desde hace un día y medio y no entiendo muy bien el por qué. De hecho, no sé qué hago aquí, ni por qué, ni quién eres ni qué quieres de mí...

Sentía que la cabeza me daba vueltas y el mareo aumentaba. ¿Qué se suponía que debía de hacer ahora?

- Descansar sería lo suyo... Hacia el fondo hay una cascada, escala por las rocas y detrás de ellas hay una cueva que te conduce a una cabaña. Ahí estarás bien.

¿Cómo podía hacer eso? ¿Por qué me leía el pensamiento? ¿Cómo había acabado en este lugar y con un robot?

- ¡Eh, eh, alto el carro! No soy ningún robot. Yo también oigo tu voz distorsionada. Y lo que estás intentando ver, esta mancha negra soy yo. Te lo adelanto antes de que lo preguntes.

-¿Cómo te llamas? ¿Por qué hemos llegado aquí? ¿Con qué derecho puedes leer mis pensamientos? ¿Qué hora es? - y ahí estaba pasmado vomitando preguntas una tras otra.

- ¿Y tú? No tengo ni idea, has sito tú el que me has traído. ¡No tengas tantas preguntas, que yo tampoco lo sé! La luna te va marcando las horas con las estrellas a su alrededor.

Suspiré. Me había tocado una sombra astuta y perspicaz.

- Me llamo Nathaniel, encantado... ¿Cómo te he podido llamar yo? No sé nada de ti. Gracias...

A pesar de que no podía ver más allá de la sombra, sentí como sus ojos junto a los míos se clavaban en las manillas de la luna. Doce y media de la noche. No podía estar pasando... Estaba atrapado en un sueño desde el principio y tenía que salir de algún modo antes de que volviera a morir.

- Ayúdame por favor - dijimos a la vez. - ¿Cómo?

- Tú primero.

- Todos los días a las doce y media desde hace siete meses, muero una y otra vez junto a la misma pesadilla. La estación del tren, la sombra, el ir a cámara lenta...

- No puede ser... A mí me pasa justo igual - musitó con horror.

Y sin previo aviso, la lluvia llegó con estupor calándonos de pies a cabeza, la arena estaba llenando todo de polvo y el cielo relampagueó a la vez que tronó. Parecía partirse en dos.
Una luz celestial me atravesó el pecho, haciendo poco a poco añicos mi corazón junto al suyo. Estaba tan asustado, estaba tan cansado de vivir aquello solo, que a pesar del dolor que me causaba cada dos por tres algo nuevo, corrí hacia la mancha con todas mis ganas y le tendí mi mano aunque no pudiera encontrar la suya, pero para mi sorpresa también había pensado de la misma forma que yo y se aferró a la mía.

- Sálvame...

Se me hizo un nudo en la garganta cuando su voz verdadera salió a la luz. Era la misma que cantaba por los pasillos y seguramente sería la chica de la cúpula. Me sentía petrificado, pero aún así la traje más hacia mí luchando a toda costa.

- No puedo Nathaniel...

- Vamos anónima, no me hagas esto.

- Ven a buscarme.

- Por favor...

- Sé que lo harás...

Y así fue como ella decidió morir delante de mis ojos, gritando de dolor y empapando mi rostro con su sangre. Yo, pequeño humano, estúpido, frágil e inútil que era, no pude evitar gritar junto a ella y segundo después la sombra desapareció y mi luz junto a ella se apagó."






Missy Slyon.

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