miércoles, 19 de noviembre de 2014

Capítulo XI

Monasterio de San Pablo
Países Bajos, Holanda
2012




Nathaniel miró hacia todos lados en busca de alguna respuesta, pero tan solo halló un breve y dulce asentimiento de Leoni.
Suspiró y se llevó las manos a la nuca.

- ¿Estás cansado?

- Ehr... no, no.

- Genial, porque nos vamos a ir a una buena fiesta.- Gianluca chocó las palmas de las manos e hizo gestos de superioridad. No pudo evitar sonreír.

- Chicos, nosotros nos vamos a descansar. Pasadlo bien y tened cuidado por favor.

Los padres de los hermanos se despidieron de todos con un tierno beso en la mejilla a la vez que dejaban las copas encima de la mesa.

- Gigi yo no estaría muy segura de coger el coche si has bebido...- recordó la rubia.

- Bueno, podría conducir Nathan.

- ¿Yo? Si no sé conducir...

- ¡Venga hombre! ¡Estamos en Holanda! Aquí nunca ha pasado nada. Además, yo te iría controlando.

Sus amigos le miraron desconcertados. Tenía los ojos colorados. Señal de que andaba con una copa de más.

- Cariño, no lo veo apropiado. Mejor lo dejamos para otro momento. Nathan también tiene que descansar, ten en cuenta que aún os queda muchas vacaciones por delante.- puntualizó la novia. Le pasó un brazo.

- Sí, Gigi. No te preocupes ¿vale? Ha sido una cena maravillosa, pero tampoco quiero abusar.

- Pero... pero si hace unos segundos me has dicho que no estabas cansado.- comenzó a titubear y dudar de sus palabras. Otros claros síntomas del alcohol.

Se miraron unos a los otros y él fingió un bostezo.

- Mejor creo que me voy ya...

Gianluca se cruzó de brazos con gesto rudo alzando una ceja.

- Nathan, ¿por qué no te vienes conmigo a llevar a Dorian a casa? Así en el camino no vuelvo sola y te voy enseñando al menos el paisaje.

El interpelado le dedicó una mirada furtiva y estuvo a punto de decirle que no; pero al final asintió con la cabeza orgulloso.

- Gracias hermano. Creo que me he pasado bebiendo.- reconoció al fin y al cabo.

Nathan negó con la cabeza en signo de despreocupación. 
Les vieron subir las escaleras con algún que otro tras pié y con una baja sonrisa salieron de la casa.
El pobre Nathaniel se sentía demasiado incómodo viéndoles agarrados de la mano y dedicándose algunas que otras miraditas con mensajes ocultos detrás de ellas. Respiró hondo y se subió lo antes posible al coche.

- Hey Nathan, sé que no hemos hablado mucho durante la cena y por ello te pido disculpas, pero tampoco es que sea demasiado hablador. ¿Cómo te encuentras?

Nathaniel se quedó pasmado, no podía imaginar que podía resultar un buen tipo, a lo que le llevó a responder varios segundos después.

- Eh, bueno no te preocupes, yo también soy algo tímido. Estoy algo mejor, gracias. Quizás sí que un poco cansado pero ya fuera de peligro.

- Me alegro tío. Eso ha debido ser duro para tu familia y para ti. Al final voy a tener que empezar a creer que Dios existe ¡eh! .- lo miró por el retrovisor y le guiñó un ojo.

El trío concordó en una breve risa y después de eso permanecieron en silencio durante un buen rato.
Holanda era incluso más bonita de noche. Nathaniel sabía que no vería algo tan rural como aquello nunca.
Los tonos en sepia que la misma naturaleza les proporcionaba con gran marcaje entre el leve verdor de los árboles y alguna que otra iluminación de las farolas en la carretera, los hacía realmente llamativos.

- Al principio puede parecer muy lúgubre e inquietante todo, pero luego resulta ser una de los paisajes más bonitos que voy a ver en la vida.

- ¿Dónde estamos exactamente?

- Ya veo que mi hermano no te ha contado mucho.

Rió.

- Todo ha sido muy rápido. De imprevisto total.

- Ese Gentile es cada vez peor.- bufó el cuñado. Al cuál su chica no reparó en darle un manotazo en el hombro.

Tres paradas más y finalmente llegaron a su destino.

- Hasta aquí el día de hoy Nathaniel. Nos vemos en otro momento. Encantado.- se dieron la mano amablemente; a lo que la chica añadió:

- No tardo.

Él sabía que se iban a despedir con un beso, así que prefirió aparta la mirada antes de tiempo.

- Ten cuidado ¿vale? Si os ocurre algo, llámame y voy corriendo.

- No seas bobo, todo irá bien.

Se inclinó para darle un corto y tierno beso de buenas noches. Le vio volverse al coche y desapareció entre las puertas de su casa.
Para el asombro de la chica, el joven se había colocado en la parte delantera para hacerle compañía.

- Hacéis buena pareja.- recalcó.

Ella soltó una leve risita de sarcasmo.

- No vamos a durar mucho más, Nathan. Esta relación murió en el segundo mes. Ya creo que estamos por estar.

- Pero le quieres.

Le miró fijamente a los ojos, quizás con un brillo especial en ellos y para sorpresa de él, esta vez no se le puso el corazón a mil.

- Ya no es querer, es cariño... no sé. Respeto, podrías llamarlo también. Con él lo perdí todo.

- Entiendo...

Se quedaron mirando el uno al otro durante un tiempo, ninguno de los dos midieron el lapso.
Leoni le colocó la mano izquierda en la mejilla y esta vez, sí que le iba a salir el corazón por la boca. Entrecerró los ojos, esperanzado de que al fin recordase algo.

- Gracias por haber cambiado a Gigi. No sabes cuánto nos hacía falta.

Nathaniel curvó una tímida y sexy sonrisa, disfrutó segundos más del contacto de su fría mano entre sus templados pómulos y a continuación enlazó las suyas con las de ella, la apartó suavemente con el movimiento del dedo pulgar.

- No tienes por qué darlas. Tú lo conoces mejor que yo. Sabes que siempre ha sido así, pero había que tocarle un poco más la fibrilla.

Rieron con cierta elegancia y ambos coincidieron en colocarse los cinturones de seguridad.

- Y bien.- añadió.- ¿Qué es lo que te gustaría ver hoy?

- Puf. No conozco nada de aquí. Sorpréndeme.

- ¿Seguro?

- Totalmente.

- De acuerdo. Entonces te voy a enseñar algo que me quita el aliento y espero que a ti también.

Existía cierta picardía en sus palabras, como un breve coqueteo y ninguno puso pega ninguna.
Condujeron y condujeron hasta lo que pareció ser un fin de carretera y se detuvieron, allí, en mitad de la nada.

- Aquí.- contestó mordiéndose el labio inferior como una niña pequeña.

- ¿Aquí?

Miró hacia su alrededor. Tan solo veía de nuevo los tonos sepia, el cartel de despedida, el pequeño vaho que se formaba en los cristales del coche y también pudo escuchar el cantar de algún búho o grillo...

- No estás buscando bien. Lo que has de buscar está arriba.

¿El techo? Pensó.

Observando que todavía no se percataba de ello, le invitó a bajar del coche y subirse encima del capó.

- ¿Pero qué haces? Estás loca.- rieron.

- Sube. Ya te dije que estaba arriba...

El muchacho alzó una ceja algo dubitativo, se llevó las manos a la cadera y dejó escapar un bufido.
Levantó un poco las piernas y se tumbó al lado de ella. Entonces, lo vio. Aquello que minutos antes le había dicho su compañera que le quitaba el aliento, ahí se hallaba. Cada estrella iluminada con el resplandor de la Luna, la intensidad con la que brillaban...
Sabía que estaba en el momento indicado con la persona indicada.

- Increíble...

- Te advertí de que ibas a alucinar.

El silencio reinó entre ellos. Tan solo existía palabras para definir lo que estaban viendo.
Nathaniel sabía que en Navarra las estrellas no alumbraban tal y como lo hacían allí y no dudó en pedirle que hiciera una foto para colgarla cuando volviera a casa. Hizo la toma al instante, pero a cambio pidió una foto con él, en la cuál, los dos aparecieron ruborizados.

- ¿Por qué sabes hablar español?

- Porque me encantan los idiomas y nunca sabes que te puede venir.

- ¿Es una indirecta?

- Puede...

Volvieron a reír.

- Y tú Nathan, ¿piensas que vas a estar toda la vida en el Monasterio?

- No tengo idea Leoni. Llevo solo siete meses y no he tenido problema alguno. Solo saldría de allí en el caso de que llegara una mujer a mi vida. Pero eso tampoco debería de ocurrir, es pecado. ¿Recuerdas?

- Osea, que observar a una mujer, ¿es pecado?

- Si sientes deseo por ella, sí.

Puso los ojos en blanco.

- Perdona que flipe, pero me parece una tontería eso.

- No pasa nada. Es normal tu reacción.

Se miraron por el rabillo del ojo y se dedicaron una leve sonrisa.
Estar allí era un lugar mágico. Había olvidado por completo el efímero dolor que podía sentir, el leve cansancio que se escondía en cada tuétano de su cuerpo. Incluso el hecho de que ella no le recordase no le estaba afectando tanto. Se lo estaba tomando como volver a empezar de cero, conocerla a fondo.

- Gracias por esto. Necesitaba despejarme.

- A ti por enseñármelo.


A pesar de que Kaylee sostenía el robusto cuerpo de Gianluca, éste no paraba de tropezar por las escaleras y andar patidifuso. Antes de que volviera a tropezar, lo agarró con más intensidad.

- No te voy a dejar beber más, te lo aseguro.

- ¿Quién dice que esté borracho?- dijo de forma sensual.

De repente se incorporó sin problema alguno para hacerlo, se apoyó en el bordillo de las escaleras, la trajo hacia sí, le miró intensamente a los ojos y la besó con cierta ternura a la vez que los carrillos de la joven se le iban ruborizando.

- Te he echado tanto de menos...- confesó el interpelado mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

- No quiero que te vayas de nuevo Gigi...

- Tengo que hacerlo, amor. No puedo infringir otra ley... Una más y voy directo a la cárcel.- se le hizo un nudo en la garganta ante de continuar.- Me niego a arriesgarme. Quiero ser el hombre de tu vida, nena. Sabes que no te miento cuando te digo que pienso casarme contigo.

Sin poder evitarlo, Kaylee dejó escapar varias lágrimas. Las cuáles él fue besando para borrarlas. Besó sus párpados, sus finas orejas, su colorada nariz, la comisura de sus labios y la besó. Esta vez con más intensidad que la anterior.
Ambos se estremecieron al rozar las puntas de las lenguas, de sentir cada parte de su cuerpo centrado en ese beso a lo que estaba acompañando bajadas de manos ante respectivos traseros.
Gianluca la llevo hasta la pared donde allí la acorraló con una mano mientras que con la otra, rozó suavemente el lateral de su pecho ejerciendo un poco de presión en él sin dejar de besarle.
Comenzó a respirar más rápido y él al ver sus mofletes más encendidos, no dudó en lamer y morder su cuello hasta subir a la oreja y hacer lo mismo.
Ella clavó con cuidado sus uñas a la vez que arrugaba su camiseta. Lo separó de sí, le agarró del cuello de la parte superior de la prenda y se encerraron en la habitación. Ésta cerró la puerta con el pie, se quitó la camiseta, dejando ver un bonito sujetador blanco de encaje que realzaba su marcado pecho. Lo sentó en la cama y entrelazó los dedos detrás de su cabeza.
Fue besándole y jugueteando con la lengua justo como él había hecho. Por la oreja, los labios, el cuello, mordiendo la clavícula a la vez que él le cogía con firmeza el culo y besuqueaba sus pechos.
La agitación y respiración se volvieron más rápidas para los dos. Los cuerpos ardían y con gran fogosidad fueron desnudándose.
La tumbó desesperadamente al lado de él. No podían parar de besarse. Algunas veces muy lentas provocando más el deseo sexual, otras más rápido, pero sin duda, no dejaban de sonreírse y dedicarse bonitas palabras.
Bajó sus manos hasta su zona íntima donde ella comenzó a gemir de placer cuando dentro de su cuerpo el deseo de llegar a más iba a explotar en cualquier momento.
Fueron acariciándose con sumo cuidado, disfrutando de cada acontecimiento que estaban viviendo. No mucho más tarde, los cuerpos se fundieron en una sola piel en continuo movimiento. Hacia arriba, hacia abajo, encima, debajo, sentados, tumbados, de pie...
Cada segundo, cada minuto, cada dedicación de amor era un lazo más que se unía y se gozaba.

- Te quiero...- susurró el rubio poco antes de llegar al clímax.

- Y... ¡ah!- gimió acalorada.- Yo también mi amor...





Missy Slyon



jueves, 7 de agosto de 2014

Capítulo X

Monasterio de San Pablo
Holanda, Países Bajos
2013





"No daba crédito a lo que estaba viendo y viviendo. ¿Me acababa Leoni de dar la mano como dos completos desconocidos? Estaba tan aturdido que cuando Kaylee fue a saludarme reaccione segundos más tarde.

- Perdona, me he despistado un momento.

- Sí, es normal, suele pasar cuando vas de viaje. Un placer conocerte Nathaniel, soy Kaylee. La nov...- se calló un momento y miró a Gianluca.

- Ya nos ha visto besándonos, se lo conté. Mira que eres tonta, a veces dudo sobre si eres o no rubia- soltó una carcajada nervioso y recibió doble codazo. Por parte de la hermana y si chica.

- Espero que te encuentres mejor Nathaniel. Cualquier cosa que necesites no dudes en decirme.

Asentí con la cabeza algo ruborizado y por el rabillo del ojo pude ver como los hermanos se abrazaban y se daban un beso en los labios. Cosa que me dejó atónito. 
Hasta ahora no me había fijado en lo bajita que era Leoni, Gianluca a su lado le sacaba dos cabezas y media. Les volví a mirar. A decir verdad, Gigi también era muy alto y robusto, intimidaba a cualquiera que fuera a conocerle.
Anduvimos hasta salir del aeropuerto y montamos en el coche de Leoni. Ni sabía que tenía carnet y eso me agradó. Sonreí para mis adentros.

- Ponte tú de copiloto, por favor.- su voz sonaba hasta más dulce en persona, era increíble.

Gianluca y yo fuimos a guardar las maletas en el maletero y con una sonrisa curva preguntó:

- ¿Todo bien? No seas tímido, aquí nadie te va a comer a menos que tú quieras.- me guiñó un ojo y yo me volví a poner colorado en seguida.

- Sí, sí. Siempre me corto cuando hay nuevas personas.

- Bah, eso se arregla luego. Nos vamos de fiesta y listo.

Puse los ojos como platos y el interpelado volvió a las carcajadas. Me mordí el labio inferior para contener la risa.
Era muy agradable subir al coche y notar como olía a su perfume. Tenía un búho colgado en el espejo delantero y un ambientador pequeñito. La música a medio volumen y todo sumamente limpio y fresco.

- Por cierto, prefieres que te llamen Nathaniel, Nathan o...

- Nathan. Nathan está bien, no te preocupes.- sonreí.

Alzó una ceja y colocó la punta de la lengua en el colmillo derecho. Arrancó el coche con sigilo. Era muy cuidadosa y sobre todo si todavía tenía la "L" puesta en la parte izquierda de atrás.
El tráfico de Holanda era horrible. Los coches estaban demasiado juntos y las motos se saltaban los carriles como si no estuvieran. Al menos, las bicicletas iban muy tranquilas y no ponían en peligro a nadie.
Me había quedado petrificado con el sabor del aire de allí, el color tan verde de los árboles, las esculturas tan bien vistas y grandes, que volví ha tardar en reaccionar cuando dimos un frenazo en seco.

- ¿Pero es usted gilipollas? ¡Si tiene prisa vaya por el carril izquierdo por el amor de Dios! - gritó a pleno pulmón la rubia y acto seguido bajó Gianluca del vehículo hecho una furia y golpeó con brusquedad la ventanilla del conductor.

Con la vista algo borrosa, me fijé en como arrugaba la frente y la vena se le hacía más marcada.
Alarmado y algo nervioso me quité el cinturón de seguridad y bajé del coche apresurado. El hombre estaba bajando la ventanilla cuando llegué y pude rodear con el brazo el cuello de mi mejor amigo.

- Disculpe, señor, pero no puede intentar acelerar de esa manera por el carril derecho a una velocidad de más de ochenta cuando tienes delante a una joven con una "L" puesta. Un poco más y hubiésemos acabado estampados en esa valla de ahí delante.

El hombre tragó saliva unas cuántas veces y las manos le temblaron.

- Tienen razón. Yo... lo siento muchísimo. Voy con prisa, tengo una reunión y necesito llegar a tiempo. Si pudiera ayudarlos en algo, estarí...

- Sí, de hecho puede hacerlo.- interrumpió Gianluca y me echó hacia atrás.- Cuatro mil euros por daños psicológicos. Ha estado a punto de que mi hermana muriera al volante, de que este señorito que ve aquí le suba la tensión y su enfermedad aumente, a que mi novia perdiera a mi hijo y yo matarle si eso hubiera llegado a pasar. Mil por cabeza y dele gracias a Dios que no le cuento el de mi hijo.- mintió.

El hombre asintió con la cabeza con puro nerviosismo y sacó un cheque de su maletín negro. Los coches empezaron a pitar con desesperación y yo mientras tanto no podía dar un paso a causa de mi asombro.
A día de hoy no podía creer como Gigi era cura si mentía cada dos por tres. O yo estaba muy perdido en su vida, o no me enteraba ni de la mitad.
Ambos firmaron el papel, se despidieron y él tuvo que arrastrarme de vuelta.

- ¿Qué ha sido eso? ¿Nos han multado?.- preguntaron al unísono.

- ¡No! ¡Muchísimo mejor que eso! Nos acaban de dar mil euros a cada uno.

Las chicas pusieron la misma cara de estupefacción que y tenía hasta hace un momento y Gianluca no podía parar de reírse.
El conductor de atrás nos pitó y fruncía el ceño a modo de enfado. Nos abrochamos de nuevo los cinturones y Leoni arrancó con rapidez.
Mientras que Gigi le contaba o sucedido a su familia, yo hice oídos sordos y me quedé pensando en aquel hombre. Me recordó tanto a mi padre... No estuvo un solo día en el hospital ni tampoco en la despedida de hoy. Sé que tiene millones de qué haceres en su trabajo, pero no comprendía por qué estaba más fuera que dentro y ni siquiera hacía una llamada al mes u mostraba un ápice de interés.
A veces solía pensar, que las cartas que me envió al principio de mi ingreso en el monasterio no las hizo él, sino su secretaria... Sacudí la cabeza y volví al presente.
La pareja hablaban en voz baja y Leoni canturreaba de vez en cuando. Yo seguía contemplando aquel paisaje, el cuál era uno de los más bonitos que había visto desde hacía tiempo.

- Oye gordita, ¿cómo están papá y mamá? ¿Y los chicos? ¿Y tu grupo?

- Pues están comprando la cena de esta noche. Los chicos os están esperando como locos, van a venir a cenar; y en el grupo estamos genial. Mañana vamos a la radio y a ver qué tal.

- ¿Cantas? - pregunté sin darme cuenta.

- Ehm, sí. Ellos hacen rap y yo la melodía. Es una mezcla de voces, suena bonito.

A medida que iba hablando, su rostro se iluminaba, como si la luz de la luna solo la bañase a ella con sus rayos plateados y su sonrisa se hacía notar más. Era admirable la forma en la que disfrutaba hablando de su trabajo como músico y el interés que le ponía al mostrarme algo suyo.
Me relajé algo más en el asiento y dejé que cada nota me transportarse al mundo que ella sentía cuando dejaba que la música traspasase por sus venas.
Tras 03:34 minutos, me giré hacia ella y le miré embobado.

- ¿Eso... eso es vuestro? - se me adelantó Gianluca quitándome la pregunta de la boca.

- Todo nuestro.- contestó sonrojada.

El hermano se incorporó más hacia delante y le apretó los hombros con suavidad.

- Eso ha sido increíble. Wow... Como pongáis eso en la radio, la gente van ha alucinar. ¿Cómo se llama la canción?

- A World Forever With You.

Ella y yo cruzamos una mirada y sentí cómo el corazón me latió deprisa.
Respiré hondo y dije:

- Apoyo a tu hermano. Es una canción cargada de sentimientos. Espero que lleguéis lejos.

Se ruborizó al instante y yo con la gacha esbocé una pequeña sonrisa.
En cuestión de segundos llegamos a la casa y pongo énfasis a la palabra "la casa" porque aquello era una pequeña mansión ante mis ojos.
Aparcó el coche en la entrada y yo boquiabierto saqué las maletas.
Todo, absolutamente todo tenía un color especial.
La calzada era inmensa de tono grisáceo, el tejado de un gris más oscuro junto a algunas manchas amarillas, las ventanas blancas de las buhardillas se notaban desde lejos, la puerta principal en forma de arco y negra, los farolillos de alrededor, los ventanales, el banquito, las plantas, la mesita de la entrada, el enorme árbol que hacía sombra y el espacioso porche que le acompañaba la casa.
Sin palabras para describir aquello... parecía todo un sueño, la típica casita de abuelos que dejan de herencia o de familiares ricos.
De repente giré la cabeza hacia Gianluca y pregunté:

- ¿Sois ricos?

-¿Te miento o te digo la verdad?

- ¿Tú qué crees? .- le dediqué una cara de pocos amigos.

- Hmm, ¿un pelín? - se mordió la lengua.

- ¿Un pelín? ¡Madre mía estáis forrados!

Todos se rieron y yo junto a ellos. Estaba completamente alucinando.
Anduvimos hasta la entrada de la casa y Leoni le hizo el honor de que Gigi abriera su casa después de tanto tiempo.
Nada más un paso allí, un olor a limón llegó hasta mi olfato. Para mi gusto quizás era un poco fuerte, pero resultaba extrañamente apetecible hasta cierto punto. Supongo que sería demasiado pesado si volviera ha decir que todo y cuanto me rodeaba era de lo más lujoso que había visto en toda mi vida. El salón, la cocina, los baños, el patio, las habitaciones... eran tan maravillosas y espléndidas que no podía dejar de estar pasmado.
Llegamos a la habitación de Gianluca, que como no, era lo más parecido a una suite de un hotel. La pared blanca, con los muebles en tono madera, un aire acondicionado y debajo de él un espejo que a su vez se convertía en armario, lámparas escondidas como decoración encima del cabecero, cuadros en la mesita de noche con su familia y su novia, una alfombra perfectamente colocada debajo de la cama, sábanas blancas a juego con las almohadas y dos de los cuatro cojines, los otros que sobraban era azules como la tela, y a lo lejos un oso grande de peluche junto a más fotos, cartas y regalos con Kaylee.
Sonreí. El lado tierno de Gigi me gustaba. Sabía que en el fondo era todo un romántico.

- Ponte cómodo. Estás en tu casa. A mis padres y amigos les vas a caer genial. Cuando estés listo podemos bajar.

Volví a mirar a mi entorno y asentí con la cabeza. Estábamos doblando y guardando la ropa cuando sin precio aviso oímos:

- ¡Suéltame! ¡No, no, para por favor!

Salimos corriendo de allí y en mitad de las escaleras nos encontramos a Leoni junto a un chico algo más alto que ella, fuerte y delgado, con una melena corta negra, de nariz alargada y marcada, de labios carnosos y acentuados, con un lunar en la parte izquierda debajo del labio inferior, el cuál le hacía más sexy aún y para muy a mi pesar, de ojos azules grisáceos hipnotizantes. Llevaba una camiseta negra de tirantes, con un collar parecido a un alambre de color negro también, vaqueros cortos ajustados y unas Vans del mismo tono que la camiseta. 

- ¡Eh! ¿Pasa algo?- cortó rápidamente Gianluca cuando el otro fue a besarla y ella se reía de forma coqueta.

- No, solo estábamos jugando. Yo también me alegro de volver a verte Gentile.- su voz era grave y pude notar algo de rencor en ella. No me dio buena espina.

Se besaron delante de mis ojos. Desvié la mirada incómodo y el corazón me dio un vuelco. Esto sí que no me lo esperaba.
¿Por qué nunca en sueños me había contado que tenía novio? ¿Por qué no se acordaba de mí? ¿Qué es lo que había cambiado en tan solo unas horas?
Bajaron las escaleras y yo algo indeciso, le pregunté a Gigi el tiempo que llevaban juntos, a lo que respondió:

- Un año, pero cortan y vuelven y así día tras día. Es un gilipollas. Ya te contaré más tarde.

Durante la cena conocí a los encantadores padres de Gigi, a sus amigos y el ambiente que había allí. Disfruté muchísimo con los bailes, el champán de bienvenida, la música, las risas, la cena... oh sí, aquella y deliciosa cena. Pero aunque quisiera fingir que estaba perfectamente, por dentro la cabeza no paraba de darme vueltas y de hacerme preguntas cada dos por tres. 
¿Y si Leoni resultase no ser la chica con la que había estado soñando todo este tiempo? ¿Y si realmente estaba fingiendo? ¿Y si jamás volvería a soñar con ella? ¿Y si...?

- Deja de preguntar tanto y dime como has llegado hasta aquí sin avisar antes."

Dorian


Missy Slyon

martes, 5 de agosto de 2014

Capitulo IX

Monasterio de San Pablo
Peñafiel, provincia de Valladolid
2013





Sin duda, Gianluca se había convertido en el lazarillo de Nathaniel. Una vez más, lo recogió del largo y frío pasillo y aguardó en sus aposentos hasta que despertase.
Su preocupación aumentaba cada día a pesar de que los médicos le habían dicho que estaba fuera de peligro; pero él estaba seguro de que a su mejor amigo le pasaba algo más grave, por desgracia, que una simple alteración en el tímpano y un catarro de vías altas.
Cogió un poco más de aire para poder dejarlo arropado en la cama y le colocó un paño frío encima de la frente para que se le bajara la fiebre.
Se sentó en la silla y suspiró cansado de todo aquello.
El teléfono del joven comenzó a vibrar, lo abrió y leyó con la mirada cansada:

<<¿Cuándo vienes? Tengo ganas de verte... Gigi, necesito que vengas lo antes posible. Tu hermana está en peligro, llevo varias semanas intentando localizarte, pero no daba contigo; y eso que sabía que podías hablar con ella...>>.

El corazón le fue más deprisa a modo que iba leyendo cada palabra que repiqueteaba con la voz suya en su cabeza.
Le temblaban las manos cuando sin darse cuenta estaba marcando el número de ella.
Un tono... dos tonos... tres tonos... Tenía los nervios a flor de piel y no podía evitar dar vueltas en círculos a la habitación. Podía notar con exactitud la presión que le ejercía en el pecho.
Cuarto tono... Miró a su amigo que se encontraba igual de inconsciente y de respiración normal como antes.

- ¿Sí? - susurró la otra persona desde el auricular.

- Hey amor, ¿cómo estás? Perdona por estos días, he estado muy liado con JN. Cuéntame, ¿qué ocurre?

- Hola cielo... estoy bueno, no lo sé. No te preocupes, lo importante es que él esté mejor. Puf Gigi, es Dorian, no...

- ¿Otra vez ese capullo? Lo que quiere es que le parta las piernas. Dios mío si quiere guerra la va a tener, de eso estoy segurísimo.- interrumpió.

- Amor, sshu... tranquilo, escúchame, ¿estoy aquí, vale? No le ha puesto la mano encima, o al menos que yo sepa, pero le está atormentando. No para de llamarla, de enviarle mensajes, le amenaza... He intentado meterme y hablar con él, pero se pone más agresivo y...

- ¿Para qué coño te metes Kaylee? ¿No ves que te puede dar un guantazo si se le va la pinza?

- ¿Y qué cojones hago Gigi? ¿Me quedo de brazos cruzados esperando a un milagro? Es mi mejor amiga y mi cuñada... No puedo estar aquí sin hacer nada.

- Nena, nena.- tragó saliva, se sentó de nuevo y se llevó la mano que le quedaba libre a la cabeza.- Esto es algo entre el niñato ese y yo. Si quiere pelea la va a tener, me conozco, me conoces, pero él a mí no. No quiero que te vuelvas a meter, ¿me oyes? Nena, ¿me estás entendiendo?

- Sí...- respondió con voz temblorosa la muchacha.

- No me perdonaría nunca si él te hiciera daño porque se cree invencible y yo no estar delante; y mucho menos que toque a mi hermana... Te prometo que intentaré llegar en dos días como mucho. Pero necesito tiempo. Mientras tanto, manteneos alejadas de él. Haced una fiesta de pijamas o algo así.

La interpelada no pudo contener la risa y soltó una carcajada suave.

- Pero, ¿de qué te ríes? - su tono de voz sonó a enfado.

- Ya no somos unas crías Gigi. Ya no hacemos esas cosas.- otra risotada.

- Bueno, lo que hagáis ahora, me has entendido joder.

- Perdón, perdona cielo. Sí, he entendido lo que quieres decirme.

- Vale... Cualquier cosa mantenme informado ¿vale? Da igual la hora que sea, pero por favor, no me dejes al margen. - miró hacia Nathaniel, el joven había comenzado a balbucear, señal de que podía estar soñando.

- Puedes estar tranquilo, sabes que siempre estoy aquí.

Dejó caer la espalda en el respaldo de la silla y cogió aire con fuerzas. Apretó más las mandíbulas y se pegó más el teléfono al oído.

- Dios mío Kayle... Tengo unas ganas de verte, de abrazarte, hablar cara a cara contigo, besarte, dormir contigo, tenerte cerca... Tengo tantas ganas de hacerte el amor...

- ¡Gianluca! - carraspeó entrecortada.- Yo también te echo muchísimo de menos y tengo ganas de estar contigo, pero no me digas por aquí.

- ¿Te has puesto tonta no? - rió de forma pícara.- Hagamos una cosa. Ni tiempo ni nada. Sácame dos vuelos para mañana por la noche, lo envías por correo, lo imprimo y esa misma madrugada estoy allí con JN.

- ¿En... en serio? ¿Me estás vacilando?

¿Cómo voy a bromear con esto? ¿Eres tonta?

Rieron. Los ojos del rubio estaban llenos de brillo, color y alegría. Necesitaba volver a los brazos de su familia, de sus amigos, y sobre todo de ella. A ella le necesitaba más que nunca.
Escuchó el teclear rápido de fondo de su novia y el en silencio su respiración entrecortada y algo rítmica; señal de que estaba llena de felicidad y algo excitada por las frases que le había dicho su pareja anteriormente.
La imaginó con el pelo rizado algo alborotado, el pijama verde corto, el cuál era su favorito, con la pierna izquierda metida debajo del muslo derecho y los ojos como búhos buscando vuelos baratos a tiempo y a la velocidad de un rayo.
La sonrisa se tornó a curva y volvió a mirar una vez más a su amigo, el cuál le observaba con los ojos entre cerrados. Tapó el teléfono y murmuró:

- ¿Llevas mucho despierto?

Negó con la cabeza y volvió a cerrar los ojos.

- Tómate la medicación ahora mismo JN, o sino te juro que...

- Listo amor. Te veo mañana.

- Buenas noches cariño. Descansa. Ah, y recuerda que te quiero.

- Nunca lo olvidaré. Te quiero.

Se quedó perplejo ante la pantalla cuando vio que la llamada había finalizado. Sacudió la cabeza e inmediatamente se sentó al lado de Nathaniel con un vaso de agua y la pastilla. Le quitó el paño aún húmedo y lo depositó encima de la mesita de noche.

- Hermano, necesito que te tomes esto y mejores en menos que decir amén, porque mañana mismo estaremos volando a Holanda, así que tú mismo. O por las buenas o por las malas, pero tú te vienes conmigo.

La saliva se le fue al otro lado de la garganta y comenzó a toser. Gianluca le ofreció el vaso de agua y el mientras se incorporaba lo fue tomando.

- ¿Mañana? ¿Te estás escuchando? No vamos a poder salir de aquí ni de coña. Se te ha ido la cabeza.

- Hey, hey... tu futura cuñada se ha encargado de los billetes y ahora el hermano Gigi hace el resto. Take it easy, little. Take it easy. - le guiñó un ojo y le dio un codazo con suavidad.

Nathaniel jugó con la pastilla entre sus dedos y dubitativo meditó sobre si debía de tomarla o no. 
De reojo vio a su mejor amigo y por un momento imaginó que era Leoni a quién tenía al lado y le pedía ayuda. Eso fue justo el empujoncito que necesitaba para decidirse a tomarla o no y reaccionar.

- ¿A qué hora tenemos el vuelo?

El rubio le dedicó una mirada y añadió:

- ¡Sí! ¡Ese es mi chico!

Fue tanta la emoción que guardaba Gianluca, que le fue imposible no abrazar a su mejor amigo unas cuántas veces mientras se reía como un niño pequeño como cuando le dan su juguete favorito.

- Aún no lo sé, pero tendremos que ir de compras antes. No pienso presentarme así para ver a mi novia. Le daría algo.

- ¿Y cómo piensas arreglar el follón en el que nos has metido?

- Tranquilo, todo bajo control. Tú ahora descansa ¿de acuerdo? ¿Te encuentras mejor?

- Sí, no sé qué me ha podido pasar... Iba tranquilamente volviendo a mi habitación y de pronto...

- JN, no pasa nada. No les des más vueltas, estás a salvo y eso es lo que importa. Nos vemos en un par de horas, descansa.

- Bu... buenas noches Gigi, descansa.

"Estaba anonadado. Esa noche no pegué ojo de pensar una y otra vez que vería por fin a Leoni en persona y que quizás encontraríamos remedio para lo que nos pasaba. Estaba triste por tener que despedirme de mi familia y estar sin verla durante algunos meses. Me encontré nervioso con la explicación que le dio Gianluca al Padre Mayor y el por qué debía yo de ir con él. El pulso aumentó cuando nos fuimos de compras y la gente se nos quedaba mirando. Hubo dos reacciones. Al vernos con las sotanas, las personas nos observaban con desconfianza y se les escapó alguna que otra risita a modo de burla; pero luego cuando salimos de los probadores con la ropa nueva comprada y ya puesta, más de uno se le escapó un gesto o sonido de admiración.
Noté como mis mejillas se encendían en ese momento y también cuando monté por primera vez en el avión.
El viaje fue muy tranquilo y disfrutamos de ello, pudimos hacernos varias fotos y vídeos y nos reímos como dos críos a causa de los nervios.
Luego, el corazón me fue a mil por hora y notaba algún que otro sudor frío en la frente. Ahí estábamos nosotros, bajando del avión, pasando la revisión, recogiendo las maletas y esperando a alguna cara familiar de Gianluca.
No sé cuántos segundos o minutos fueron, pero a mi modo de vista, todo fue a cámara lenta. Vi como Kaylee fue corriendo a los brazos de Gianluca y éste la subía encima suya para besarla mientras ésta lloraba de felicidad y más de una vez él le daba un lametón a sus lágrimas.
Fue tan tierna y conmovedora la escena que se me formó un nudo en la garganta, pero de la misma forma que llegó, se desvaneció.
Allí estaba ella, con su pelo rubio ondulado, los vaqueros altos ceñidos, unas camisa coral y las cuñas marrones.
Se acercó a mí riendo y dijo:

- Perdona a los tortolitos. Encantada de conocerte soy Leoni, la hermana pequeña de Gigi. Supongo que debes de ser Nathan. Me ha hablado mucho de ti..."



Missy Slyon