miércoles, 19 de noviembre de 2014

Capítulo XI

Monasterio de San Pablo
Países Bajos, Holanda
2012




Nathaniel miró hacia todos lados en busca de alguna respuesta, pero tan solo halló un breve y dulce asentimiento de Leoni.
Suspiró y se llevó las manos a la nuca.

- ¿Estás cansado?

- Ehr... no, no.

- Genial, porque nos vamos a ir a una buena fiesta.- Gianluca chocó las palmas de las manos e hizo gestos de superioridad. No pudo evitar sonreír.

- Chicos, nosotros nos vamos a descansar. Pasadlo bien y tened cuidado por favor.

Los padres de los hermanos se despidieron de todos con un tierno beso en la mejilla a la vez que dejaban las copas encima de la mesa.

- Gigi yo no estaría muy segura de coger el coche si has bebido...- recordó la rubia.

- Bueno, podría conducir Nathan.

- ¿Yo? Si no sé conducir...

- ¡Venga hombre! ¡Estamos en Holanda! Aquí nunca ha pasado nada. Además, yo te iría controlando.

Sus amigos le miraron desconcertados. Tenía los ojos colorados. Señal de que andaba con una copa de más.

- Cariño, no lo veo apropiado. Mejor lo dejamos para otro momento. Nathan también tiene que descansar, ten en cuenta que aún os queda muchas vacaciones por delante.- puntualizó la novia. Le pasó un brazo.

- Sí, Gigi. No te preocupes ¿vale? Ha sido una cena maravillosa, pero tampoco quiero abusar.

- Pero... pero si hace unos segundos me has dicho que no estabas cansado.- comenzó a titubear y dudar de sus palabras. Otros claros síntomas del alcohol.

Se miraron unos a los otros y él fingió un bostezo.

- Mejor creo que me voy ya...

Gianluca se cruzó de brazos con gesto rudo alzando una ceja.

- Nathan, ¿por qué no te vienes conmigo a llevar a Dorian a casa? Así en el camino no vuelvo sola y te voy enseñando al menos el paisaje.

El interpelado le dedicó una mirada furtiva y estuvo a punto de decirle que no; pero al final asintió con la cabeza orgulloso.

- Gracias hermano. Creo que me he pasado bebiendo.- reconoció al fin y al cabo.

Nathan negó con la cabeza en signo de despreocupación. 
Les vieron subir las escaleras con algún que otro tras pié y con una baja sonrisa salieron de la casa.
El pobre Nathaniel se sentía demasiado incómodo viéndoles agarrados de la mano y dedicándose algunas que otras miraditas con mensajes ocultos detrás de ellas. Respiró hondo y se subió lo antes posible al coche.

- Hey Nathan, sé que no hemos hablado mucho durante la cena y por ello te pido disculpas, pero tampoco es que sea demasiado hablador. ¿Cómo te encuentras?

Nathaniel se quedó pasmado, no podía imaginar que podía resultar un buen tipo, a lo que le llevó a responder varios segundos después.

- Eh, bueno no te preocupes, yo también soy algo tímido. Estoy algo mejor, gracias. Quizás sí que un poco cansado pero ya fuera de peligro.

- Me alegro tío. Eso ha debido ser duro para tu familia y para ti. Al final voy a tener que empezar a creer que Dios existe ¡eh! .- lo miró por el retrovisor y le guiñó un ojo.

El trío concordó en una breve risa y después de eso permanecieron en silencio durante un buen rato.
Holanda era incluso más bonita de noche. Nathaniel sabía que no vería algo tan rural como aquello nunca.
Los tonos en sepia que la misma naturaleza les proporcionaba con gran marcaje entre el leve verdor de los árboles y alguna que otra iluminación de las farolas en la carretera, los hacía realmente llamativos.

- Al principio puede parecer muy lúgubre e inquietante todo, pero luego resulta ser una de los paisajes más bonitos que voy a ver en la vida.

- ¿Dónde estamos exactamente?

- Ya veo que mi hermano no te ha contado mucho.

Rió.

- Todo ha sido muy rápido. De imprevisto total.

- Ese Gentile es cada vez peor.- bufó el cuñado. Al cuál su chica no reparó en darle un manotazo en el hombro.

Tres paradas más y finalmente llegaron a su destino.

- Hasta aquí el día de hoy Nathaniel. Nos vemos en otro momento. Encantado.- se dieron la mano amablemente; a lo que la chica añadió:

- No tardo.

Él sabía que se iban a despedir con un beso, así que prefirió aparta la mirada antes de tiempo.

- Ten cuidado ¿vale? Si os ocurre algo, llámame y voy corriendo.

- No seas bobo, todo irá bien.

Se inclinó para darle un corto y tierno beso de buenas noches. Le vio volverse al coche y desapareció entre las puertas de su casa.
Para el asombro de la chica, el joven se había colocado en la parte delantera para hacerle compañía.

- Hacéis buena pareja.- recalcó.

Ella soltó una leve risita de sarcasmo.

- No vamos a durar mucho más, Nathan. Esta relación murió en el segundo mes. Ya creo que estamos por estar.

- Pero le quieres.

Le miró fijamente a los ojos, quizás con un brillo especial en ellos y para sorpresa de él, esta vez no se le puso el corazón a mil.

- Ya no es querer, es cariño... no sé. Respeto, podrías llamarlo también. Con él lo perdí todo.

- Entiendo...

Se quedaron mirando el uno al otro durante un tiempo, ninguno de los dos midieron el lapso.
Leoni le colocó la mano izquierda en la mejilla y esta vez, sí que le iba a salir el corazón por la boca. Entrecerró los ojos, esperanzado de que al fin recordase algo.

- Gracias por haber cambiado a Gigi. No sabes cuánto nos hacía falta.

Nathaniel curvó una tímida y sexy sonrisa, disfrutó segundos más del contacto de su fría mano entre sus templados pómulos y a continuación enlazó las suyas con las de ella, la apartó suavemente con el movimiento del dedo pulgar.

- No tienes por qué darlas. Tú lo conoces mejor que yo. Sabes que siempre ha sido así, pero había que tocarle un poco más la fibrilla.

Rieron con cierta elegancia y ambos coincidieron en colocarse los cinturones de seguridad.

- Y bien.- añadió.- ¿Qué es lo que te gustaría ver hoy?

- Puf. No conozco nada de aquí. Sorpréndeme.

- ¿Seguro?

- Totalmente.

- De acuerdo. Entonces te voy a enseñar algo que me quita el aliento y espero que a ti también.

Existía cierta picardía en sus palabras, como un breve coqueteo y ninguno puso pega ninguna.
Condujeron y condujeron hasta lo que pareció ser un fin de carretera y se detuvieron, allí, en mitad de la nada.

- Aquí.- contestó mordiéndose el labio inferior como una niña pequeña.

- ¿Aquí?

Miró hacia su alrededor. Tan solo veía de nuevo los tonos sepia, el cartel de despedida, el pequeño vaho que se formaba en los cristales del coche y también pudo escuchar el cantar de algún búho o grillo...

- No estás buscando bien. Lo que has de buscar está arriba.

¿El techo? Pensó.

Observando que todavía no se percataba de ello, le invitó a bajar del coche y subirse encima del capó.

- ¿Pero qué haces? Estás loca.- rieron.

- Sube. Ya te dije que estaba arriba...

El muchacho alzó una ceja algo dubitativo, se llevó las manos a la cadera y dejó escapar un bufido.
Levantó un poco las piernas y se tumbó al lado de ella. Entonces, lo vio. Aquello que minutos antes le había dicho su compañera que le quitaba el aliento, ahí se hallaba. Cada estrella iluminada con el resplandor de la Luna, la intensidad con la que brillaban...
Sabía que estaba en el momento indicado con la persona indicada.

- Increíble...

- Te advertí de que ibas a alucinar.

El silencio reinó entre ellos. Tan solo existía palabras para definir lo que estaban viendo.
Nathaniel sabía que en Navarra las estrellas no alumbraban tal y como lo hacían allí y no dudó en pedirle que hiciera una foto para colgarla cuando volviera a casa. Hizo la toma al instante, pero a cambio pidió una foto con él, en la cuál, los dos aparecieron ruborizados.

- ¿Por qué sabes hablar español?

- Porque me encantan los idiomas y nunca sabes que te puede venir.

- ¿Es una indirecta?

- Puede...

Volvieron a reír.

- Y tú Nathan, ¿piensas que vas a estar toda la vida en el Monasterio?

- No tengo idea Leoni. Llevo solo siete meses y no he tenido problema alguno. Solo saldría de allí en el caso de que llegara una mujer a mi vida. Pero eso tampoco debería de ocurrir, es pecado. ¿Recuerdas?

- Osea, que observar a una mujer, ¿es pecado?

- Si sientes deseo por ella, sí.

Puso los ojos en blanco.

- Perdona que flipe, pero me parece una tontería eso.

- No pasa nada. Es normal tu reacción.

Se miraron por el rabillo del ojo y se dedicaron una leve sonrisa.
Estar allí era un lugar mágico. Había olvidado por completo el efímero dolor que podía sentir, el leve cansancio que se escondía en cada tuétano de su cuerpo. Incluso el hecho de que ella no le recordase no le estaba afectando tanto. Se lo estaba tomando como volver a empezar de cero, conocerla a fondo.

- Gracias por esto. Necesitaba despejarme.

- A ti por enseñármelo.


A pesar de que Kaylee sostenía el robusto cuerpo de Gianluca, éste no paraba de tropezar por las escaleras y andar patidifuso. Antes de que volviera a tropezar, lo agarró con más intensidad.

- No te voy a dejar beber más, te lo aseguro.

- ¿Quién dice que esté borracho?- dijo de forma sensual.

De repente se incorporó sin problema alguno para hacerlo, se apoyó en el bordillo de las escaleras, la trajo hacia sí, le miró intensamente a los ojos y la besó con cierta ternura a la vez que los carrillos de la joven se le iban ruborizando.

- Te he echado tanto de menos...- confesó el interpelado mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

- No quiero que te vayas de nuevo Gigi...

- Tengo que hacerlo, amor. No puedo infringir otra ley... Una más y voy directo a la cárcel.- se le hizo un nudo en la garganta ante de continuar.- Me niego a arriesgarme. Quiero ser el hombre de tu vida, nena. Sabes que no te miento cuando te digo que pienso casarme contigo.

Sin poder evitarlo, Kaylee dejó escapar varias lágrimas. Las cuáles él fue besando para borrarlas. Besó sus párpados, sus finas orejas, su colorada nariz, la comisura de sus labios y la besó. Esta vez con más intensidad que la anterior.
Ambos se estremecieron al rozar las puntas de las lenguas, de sentir cada parte de su cuerpo centrado en ese beso a lo que estaba acompañando bajadas de manos ante respectivos traseros.
Gianluca la llevo hasta la pared donde allí la acorraló con una mano mientras que con la otra, rozó suavemente el lateral de su pecho ejerciendo un poco de presión en él sin dejar de besarle.
Comenzó a respirar más rápido y él al ver sus mofletes más encendidos, no dudó en lamer y morder su cuello hasta subir a la oreja y hacer lo mismo.
Ella clavó con cuidado sus uñas a la vez que arrugaba su camiseta. Lo separó de sí, le agarró del cuello de la parte superior de la prenda y se encerraron en la habitación. Ésta cerró la puerta con el pie, se quitó la camiseta, dejando ver un bonito sujetador blanco de encaje que realzaba su marcado pecho. Lo sentó en la cama y entrelazó los dedos detrás de su cabeza.
Fue besándole y jugueteando con la lengua justo como él había hecho. Por la oreja, los labios, el cuello, mordiendo la clavícula a la vez que él le cogía con firmeza el culo y besuqueaba sus pechos.
La agitación y respiración se volvieron más rápidas para los dos. Los cuerpos ardían y con gran fogosidad fueron desnudándose.
La tumbó desesperadamente al lado de él. No podían parar de besarse. Algunas veces muy lentas provocando más el deseo sexual, otras más rápido, pero sin duda, no dejaban de sonreírse y dedicarse bonitas palabras.
Bajó sus manos hasta su zona íntima donde ella comenzó a gemir de placer cuando dentro de su cuerpo el deseo de llegar a más iba a explotar en cualquier momento.
Fueron acariciándose con sumo cuidado, disfrutando de cada acontecimiento que estaban viviendo. No mucho más tarde, los cuerpos se fundieron en una sola piel en continuo movimiento. Hacia arriba, hacia abajo, encima, debajo, sentados, tumbados, de pie...
Cada segundo, cada minuto, cada dedicación de amor era un lazo más que se unía y se gozaba.

- Te quiero...- susurró el rubio poco antes de llegar al clímax.

- Y... ¡ah!- gimió acalorada.- Yo también mi amor...





Missy Slyon