jueves, 29 de mayo de 2014

Capítulo V

Monasterio de San Pablo
Peñafiel, provincia de Valladolid
2013





"Le solté  en seguida. Asustada, se miró los hombros pero para su sorpresa no le había hecho daño alguno.
Me sentía avergonzado. ¿Cómo iba a explicarle a mi mejor amigo que casi no ataco con maldad a su hermana para protegerle?
Plaf. No sabía qué me había dolido más, si el trato que le había dado  o la bofetada que me acababa de dar. Vi cómo en sus ojos se acumulaba rabia.

- Lo siento... yo...

- ¡Cállate! Quiero que ahora mismo me expliques quién eres, cómo te atreves a entrar en mi habitación, de qué conoces a mi hermano y qué mierda ha sido lo de antes.

A cada palabra que decía, más sorprendido me quedaba. No entendía como una chica podía tener tan mal humor y haber dicho una palabra tan mal sonante. Sin darme cuenta comencé a reírme. Ella se quedó pasmada y boquiabierta.

- ¿Y ahora de qué te ríes? ¿Eres idiota o algo?

- Perdona, perdona... - no podía parar de reírme pero rápidamente enmudecí, pues no sabía si iba a darme otra bofetada o no. - Si realmente eres la hermana de Gigi no me sorprendería nada, sois iguales. Es asombroso.

No me contestó de inmediato. Se cruzó de brazos e intensó su enfado.

- Muy bien, señor misterioso. ¿Puedes ahora responderme?

- Verás... Conozco a tu hermano del Monasterio, soy su mejor amigo. Si no me equivoco eres una sombra que está vinculada conmigo de alguna forma. No sé cómo he acabado aquí, pero te he salvado antes de que fueras a morir. Mi nombre es Nathaniel.

Palideció al instante y se sentó en la camita pequeña. Se llevó las manos a la boca. Cogió su colgante con la inicial de G. Imaginé que sería un regalo del hermano. Nos quedamos mirando el uno al otro durante un buen rato. Los ojos le comenzaron a llenarse de lágrimas y no pude evitar sentirme mal.

- Oye yo...

- No hables. No es nada. Estoy bien. Simplemente no puedo creer que los sueños hayan atravesado la realidad.

- ¿Cómo? ¿Pensabas que todo esto es un sueño?

- ¿Tú no lo crees? ¡Esto es totalmente irreal! Ni tú eres Nathaniel, ni conocerás a mi hermano, ni nada de nada.

La entendía perfectamente, si yo también fuera chica me sentiría asustada y llena de incertidumbre. Me levanté y fui hacia ella, iba a apoyar mi mano en su hombro pero me apartó rápidamente.

- No me toques. Haz el favor de salir de aquí, pienso llamar a la policía y puedo inventar que me has atacado o algo por el estilo.

- ¿Otra vez? Te estoy diciendo que no sé cómo salir de aquí. A mí tampoco me apetece estar escuchándote. Supongo que tú no serás la chica que yo sentía entre las sombras.

De repente la cancioncilla que escuché en mitad del pasillo por primera vez, empezó a sonar. La muchacha se levantó rápidamente y fue a contestar el teléfono. Aguardé en silencio.

- No me puedo creer que seas tú... - musitó.- Ha pasado mucho tiempo, ¿por qué has tardado tanto en llamarme? Lo sé - rió.- Eres un mierda. Te echo muchísimo de menos... ¿En serio? Avísame cuando llegues aquí, voy a recogerte yo misma; prepárate porque del beso que te voy  a dar te va a dar un infarto. Y yo a ti también gordo.

A cada palabra que fue diciendo más incómodo me sentía. No era nadie para escuchar conversaciones ajenas y menos algo tan íntimo, así que me dispuse hacia la puerta por si así podía salir de aquella casa, pero sentí cómo su delgada mano se apoyaba en mi hombro.

- Perdona, no pretendía que escuchases todo eso. Pero gracias por irte ya, al fin y al cabo vas a ser educado y todo.

Me fui girando poco a poco pero para mi sorpresa, ella se estaba volviendo oscura y brillante de nuevo.

- ¿Qué está pasando?

- No me has creído. Todo este tiempo te he estado diciendo que estamos vinculados y que soy Nathaniel - noté cómo mi voz sonaba apagada.

- Pero es algo imposible... Espera, no te vayas aún tengo muchas preguntas...

Sentí cómo me envolvía el dolor al igual que a ella, nuestras manos estaban entrelazadas y a pesar de todo mal que estaba sintiendo, el tener las manos unidas con ella me hacía sentir seguro. Siempre olvidaba que podría estar muriendo cuando se presentaba su presencia. Y de nuevo no sabía qué había sido peor, si separarme de alguien que podría entender que nos estaba ocurriendo o el morir una y otra vez".


Nathaniel llevaba varias horas despierto, pero no había hablado mucho. Observaba la habitación de un lado a otro, como si el despertar fuera una pesadilla que se repetía sin cesar.
La familia presentaba menos ojeras que el día anterior, de cierto modo era bueno saber que a pesar de todo habían podido dormir un poco.
El enfermo no paraba de mirar a Gigi, tenía millones de preguntas que hacer, pero también le daba vergüenza que lo tomase por un loco.

- Cariño, ¿necesitas algo? - preguntó la madre con ternura.

- Ir... irme... Qui... quie... quiero irme.

Cada vez que el joven hablaba a todos les daba un vuelco al corazón. Aunque llevasen tres días allí, no estaban acostumbrados a aquella voz rota y apagada.
Se miraron los unos a los otros.

- Ya te queda menos tesoro. Ya mismo nos vamos.

- No... Gigi... tú y yo... A tu... tu país. A... acep... acepto.

Abrieron más los ojos. El enfermo tosió y en seguida le dieron un vaso de agua para no tener la garganta ni los labios secos.
Se giraron hacia el amigo un momento.

- ¿Qué quiere decir con eso?

- Bueno, hace unos cuántas noches le ofrecí que se viniera conmigo a pasar las vacaciones de verano. Creo que le vendría bien, pero con vuestro consentimiento, claro.

- Gay - murmuró el interpelado.

No pudieron evitar una carcajada. A decir verdad, había sonado como si fueran pareja, pero  para ellos era un gran avance que Nathaniel fuera hablando y sonriendo de vez en cuando.
La madre se encogió de brazos.

- Me niego. No pienso dejar que mi hijo se vaya después de esto, y menos aún si todavía no sé lo que tiene.

Gianluca asintió sin rechistar, lo veía completamente normal, pero los abuelos se opusieron contra el comentario de su hija.

- Rose, cálmate. No es nada grave seguro. Simplemente es un virus con gran potencial que le ha afectado de una forma irregular. Pero Joseph ya es lo suficientemente mayor para tomar sus propias decisiones.

- Papá... ¿Te estás escuchando? Estamos hablando de que tu único nieto lucha cada día entre la vida o la muerte sin razón alguna y tú quieres dejarlo ir... ¿Lo ves normal?

La abuela negó con la cabeza, no le gustaba ver como padre e hija discutían una vez más. Gianluca se sentió demasiado incómodo y Nathaniel se limitó a carraspear hasta que le hicieran caso.

- Es... es mi de... deci... decisión, ma... mamá. Est... estaré bien.

La barbilla de la madre tembló e incluso se le llenaron las cuencas de lágrimas. Los mayores se disculparon y salieron por la puerta, dejando a solas a los dos amigos.

- Lo siento tío, no quería causar problemas...

- Shh... No... no es ... tu culpa. Ella... si... siempre es así.

- ¡Eh! ¡Vas mejorando mucho! Ya verás como en unos días salimos de aquí. Te está empezando a salir barba y no te queda nada bien. - ambos rieron con suavidad.

- Gigi...

- ¿Sí?

El móvil del rubio sonó. Pidió perdón  se alejó hasta la puerta para no molestarte por si volvía a quedarse dormido.

- ¿Diga? Qué alegría volver a escucharte. ¿Cómo estás? ¿Me echas ya de menos no tonta? Desde que hemos vuelto a hablar no paras de pensar en mí, cosa fea. Sí, claro, desde luego. Aquí seguimos, mucho mejor. Eso espero gorda. Tengo muchas ganas de verte y veros. Lo sé. Y yo a ti.

O era cosa de Nathaniel o le parecía haber tenido un dèja vu pero esta vez con el hermano de la chica rubia...
Se sentía perdido y confundido. ¿Tenía un solo cuerpo pero podía estar en distintos lugares al mismo tiempo? ¿Le estaba ocurriendo algo grave de verdad?
Las pulsaciones del joven comenzaron a subir y a ser algo más rápido. Su amigo se percató al instante y preocupado no dudó en llamar a una enfermera. 
Los familiares entraron segundos más tarde de hacerlo la muchacha que les estaba atendiendo de forma particular.

- ¿Va todo bien? - preguntaron al unísono con tensión.

- Sí, tranquilos. Solo se ha puesto un poco nervioso. Hey Nathan... No me había fijado antes lo largas y bonitos que son tus pestañas y ojos... Qué envidia me das. ¿Podrás prestármelos algún día? - se dedicaron una tímida sonrisa y él acabó asintiendo con la cabeza algo ruborizado.

La muchacha salió de allí con varias indicaciones hechas. Pastilla debajo de la lengua hasta que sus pulsaciones volvieran a la normalidad, beber agua cada veinte minutos, intentar descansar el máximo posible, hablar más a menudo para que no se hiciese más costoso.
A partir de eso la tarde mejoró bastante, y aunque el hablar estaba siendo un poco brusco, con todo el amor y apoyo que estaba recibiendo, el avance fue a mejor.
Aunque para la madre todo aquello le resultaba de lo más extraño y más asustada que nunca, pensó que su hijo estaba teniendo la mejoría de la muerte...

"La cabeza me daba vueltas. Ya me estaba resultando demasiado molesto divagar en sitios que no sabía dónde estaban, ni ver lugares familiares y hacer visitas sorpresa a la hermana secreta de mi mejor amigo...
Esta vez, el "portal de los sueños" o así era como lo había llamado yo, me transportó a un lugar lleno de ruidos, olor a gasolina, alcohol y música de baja calidad. Forcé un poco más mi visión y al fin contemplé que estaba sentado en la última mesa de un bar junto a un vaso semi lleno de Bourbon...
La escena me estaba resultando de lo más cómica posible. ¿Qué hacía yo con una copa? No bebía nunca  y mucho menos ahora.
Eché un vistazo al local. Todo era de tono madera. Las mesas, las sillas, el suelo, la pared dividida en ese color y en amarillo, algunas lámparas colgaban del techo y otra en los laterales, un billar al fondo este, los baños al final de la sala, una barra grande que solo atendía un camarero y un cartel en la entrada que ponía: "Prohibida la entrada a menores de 21 años".
Me miré a mí mismo y me reí. Ahora lo entendía todo. Chupa de cuero, camiseta negra, vaqueros negros ajustados, zapatos de punta, un anillo en el dedo corazón de la mano izquierda y el pelo desaliñado. 
Menuda pintas llevaba... jamás vestiría así, estaba hecho un salvaje.
Noté cómo dos hombres robustos de la mesa contigua me miraron con cara de pocos amigos y rápidamente fingí que le daba un sorbo a la copa. Solo olerla era repugnante.



De repente las luces se apagaron y el camarero anunció:

- ¡Señores! ¡Ya están aquí las chicas del boulevard! ¡Demos un fuerte aplauso a nuestras diosas Megan, Kaylee y Leoni!

Había tres luces de colores. Una morada, otra verde y la siguiente rosa. 
La primera chica llevaba a conjunto un body con tacones altos de color morado, era de piel pálida, ojos castaños, maquillaje grotesco y llevaba el cabello recogido en modo de tocado elegante con algún que otro mechón suelto.
La segunda, tenía la luz verde, body a juego con tacones altos verdes, chica morena de ojos verdes, el pelo lo llevaba con bucles en sus puntas y lucía un maquillaje marcado que le hacía tremendamente sexy.
Y por último, la chica de luz rosa que como sus demás compañeras su vestuario también iba adrede con su luz. Tenía el pelo rubio corto y liso, su tez era aceitunada con ojos grises y su maquillaje en tonos tierra.
Sin darme cuenta suspiré, me mordí el labio inferior e incluso le dí un sorbo a aquella copa asquerosa. 
Podía notar como mis ojos se mostraban brillantes con tanta mujer bella encima de aquella barra.
Me encogí en el asiento y me froté las manos un par de veces. No sabía qué iba a ver ni lo que me esperaba, pero en ese mismo instante no me acordaba de que era un Hermano.
Por primera vez en la vida iba a hacer caso a mi abuelo y estaba dispuesto a ver aquella escena.
La canción empezó, la cuál no tenía ni idea de como se llamaba, pero resultaba de lo más tentador ver cómo aquellas chicas hacían distintos movimientos con tanta agilidad y firmeza sobre sus sillas...
Sabía que desear el cuerpo de una mujer era pecado, pero estaba cometiendo un pecado increíble.
Me estaba quedando embobado y a veces la vista me aturdía, así que decidí acercarme un poco más y contemplar la escena a mejor campo de visión.
Los otros hombres de mi alrededor apestaban a alcohol y cigarrillos. Habían bebido más de la cuenta seguro; no eran muy mayores, como mucho veinticinco pero eran los típicos niños ricos de la ciudad. Los miré con cara de asco sin que se dieran cuenta.

En pocos minutos la canción terminó y ellas a su vez. Todos aplaudimos e incluso le hicieron vítores.  Ellas, llenas de elegancia saludaron al público y se dispusieron a marcharse; pero un joven de la mesa principal se subió encima del escenario y forcejeó un tanto con la rubia.
Todo a mi alrededor estaba pasando a cámara lenta y delante de mis ojos. Yo estaba estacando allí de pie sin hacer nada. Traté de reaccionar, pero cuando quise darme cuenta ya estaba al lado de las chicas y propagando un empujón al niño mimado, el cuál, no tardó  mucho en propinarme un buen puñetazo. La sangre del labio fluyó con rapidez y lo único que se me ocurrió fue escupirle en la cara.
Agarré de las manos a la morena y la rubia mientras que la pelirroja me indicaba el camino al vestuario.
Una vez allí, cerraron la puerta con pestillo y se abrazaron para tranquilizarse. 
La rubia se giró minutos después y me dijo:

- Gracias, lo siento, yo...

- Tú... - murmuramos pasmados.




Missy Slyon.

jueves, 22 de mayo de 2014

Capítulo IV

Monasterio de San Pablo
Peñafiel, provincia de Valladolid
2013






Sin duda había sido una de las peores noches de Gianluca.
Nathaniel finalmente, había sido trasladado al hospital y  a pesar de toda la ayuda que le había ofrecido a su mejor amigo, no sirvió para nada; dado que el muchacho comenzó a apagarse poco a poco.
Justo como le había prometido, no se alejó de su lado un solo segundo. Por supuesto, la familia del joven estaba allí presentes, todos menos su padre.
Una de las cosas que tenía en común con JN es que odiaban los hospitales, el ver a las familias con las ojeras marcadas de trasnochar e incluso de llorar, los gestos de nerviosismo, el reloj colgado de la pared que repiqueteaba con angustia el tiempo, el hedor a medicina, los colores apagados que presentaba...
Se fue acercando hacia ellos con lentitud, tampoco quería molestar en unos momentos tan delicados.
Ajeno de sentirse un extraño, el abuelo fue el primero en tenderle la mano.

- Supongo que usted debe de ser Gentile.

Su voz le pareció tan familiar que le fue imposible no poder evitar esbozar una pequeña sonrisa.

- Llámeme Gianluca, o incluso Gigi si lo prefiere.

- En ese entonces, tutéame también. Mi nombre es Juan.

- Pero, pero... ¿Cómo es que tu nombre es español y en cambio, el de Nathaniel es una mezcla entre inglés y hebrero?

El anciano tampoco pudo evitar una risita baja. Al menos la tensión estaba desapareciendo aunque fuera por unos segundos.

- A mi mujer le gustan los nombres de otros países, de hecho mi hija se llama Rosemary y como ya dice el refrán; de tal palo, tal astilla. Ella lo decidió llamar así por su significado.

- Regalo de Dios. Uno de los doce apóstoles bíblicos. - dijeron al unísono.

- Y Joseph, dedujo que será por su padre. Tradición entre familia por su parte, ¿me equivoco?

- En absoluto.

Ambos se rieron. A pesar de que nunca antes había hablado con el amable abuelo de su amigo, Gianluca se sentía muy cómodo con su presencia e incluso le provocaba serenidad con sus hipnotizares ojos.

- ¿Cómo has sabido reconocerme? Que yo recuerde, no te había visto antes.

- Bueno, ya sabes cómo es él. Cada domingo que vengo de visita, siempre me habla un rato de ti. Y sin duda no iba a faltar aquí la ausencia de su mejor amigo, aunque lleves vaqueros después de tanto tiempo. - le guiñó un ojo.

Al anciano le pareció que el joven se ruborizaba por un momento, pero quizás debería ser el cansancio que por desgracia le brindaba su vista.
Aunque el estar allí era agobiante, fue uno de los momentos inolvidables que Gigi almacenaría en su cabeza para el resto de sus días.
Tuvo la oportunidad de conocer a su encantadora abuela Aurora; dulce, risueña y alocada como un hada. Era una mujer menuda, de unos pequeños ojos marrones llenos de curiosidad, de labios tan finos y delgados como la seda, de unos pómulos marcados y rosados, y como no, su cabello canoso corto que acababa en rizos al final de la coronilla le hacía más coqueta aún. Sin duda era una de las mujeres más hermosas que había visto a lo largo de su vida, al igual que su abuelo, un hombre apuesto y atractivo aún siendo de mediana edad, pues no se le veían tan mayores.
Sin embargo no entabló conversación alguna con su madre. Vio como tenía la mirada perdida en el limbo, sumisa en sus pensamientos. Sintió la necesidad de darle un abrazo y decirle que todo iba a salir bien, pero se quedó ahí pasmado, sentado junto a su familia a la espera de ser citados.

Pasó una hora, probablemente dos y por fin pasaron a verle. A todos les dieron un vuelco al corazón al ver a una de las personas que más querían con la cara más pálida que de costumbre, con los ojos tan rojos como el mismo color, también se le notaban más los huesos e incluso le pitaba la respiración.
Su familia no pudo contener las lágrimas pero Gianluca se mantuvo al margen de todo aquello y se sentó al lado suya, justo como lo había hecho la noche anterior.

- Hey JN, no sabía que tenías complejo de Jack Skellington. - le dio un pequeño golpecito en el hombro sin hacerle daño y teniendo cuidado de no hincarle una vía sin querer.

- Yo tampoco sabía tu complejo de Hulk.

Rieron por lo bajo y a continuación el enfermo tosió. La voz de Nathaniel nunca antes había sonado tan apagada. Le miró de arriba a abajo mientras él volvía a cerrar los ojos cuando su abuela y su madre le besaban las mejillas. El abuelo comprendió la postura del joven y en seguida se unió a él. Se colocó al otro lado de la cama y mientras entrelazó sus manos con las suyas, JN se volvió más confiado para poder preguntar. Tragó saliva y se tomó un tiempo parra hacerlo.

- ¿Qué... qué ha pasado? ¿Dó... dónde es... estoy?

- No te esfuerces hijo mío. Estamos en el hospital desde anoche, estás un poco pachucho pero no te preocupes que todo va a ir bien.

Miró de un lado a otro con lentitud. Veía borroso y las personas les volvía a parecer sombras. No recordaba nada, era como tener lagunas en su memoria. 
No entendía la gravedad de su enfermedad pues sabía que les estaban ocultado algo, pero estaba tan cansado que no le dio mucha importancia y asintió con la cabeza al saber que la gente que le importaba estaba allí junto a él. Sin darse cuenta, volvió a quedarse dormido.
Gianluca se levantó para dejarle espacio a su madre y se sentó en la silla junto a Juan. Era tan odioso estar allí, tener controlado el tiempo de visita que le estaban haciendo enfurecer. Movía la pierna derecha, al igual que apretaba los puños para contener las lágrimas.
No le gustaba nada esa situación, no quería volver al pasado y sentir cómo se desmoronaba otra vez; todo aquello le superaba y tenía más ganas que nunca de volver a casa y ver a todos.

- ¿Quieren que les traiga un poco de agua? - ofreció con voz quebrada.

Los demás asintieron con la cabeza y salió de allí con el corazón a mil por hora. 
Se dirigió a la planta de abajo e hizo una parada en el servicio. Una vez que comprobó que no había nadie, golpeó el secador de manos con fuerza, se arañó la cara y destrozado se encogió sobre sí mismo a llorar con una gran presión en el pecho.
Odiaba esperar y más si se trataba de algo así. Con manos temblorosas abrió la ventada y encendió un cigarro para calmar la ansiedad que todo aquello le estaba provocando.


El día amaneció lluvioso y nublado, eran sus días favoritos, pero por primera vez se sentía más cansada y dolorida a pesar de haber trasnochado como todas las demás noches. Se estiró un par de veces en la cama y luego cogió el camisón y se enfundó en él junto a las zapatillas calentitas. Abrió un poco el ventanal para ventilar la habitación y pudo oler el aroma a jazmín que venía de su jardín.
A continuación bajó a la cocina y saludó a su madre, la cuál estaba tomando un vaso de zumo recién exprimido, le tendió uno para que la acompañara en el desayuno.

- ¿Cómo has dormido hoy cielo?

- Regular mamá. Me encuentro desganada y me duele todo el cuerpo.- la madre sobre protectora que era, abrió un poco más los ojos, le cogió la cara con sus delicadas manos y manicura perfecta al estilo francés y la inspeccionó de arriba a abajo.

- Tienes ojeras querida... ¿Te preocupa algo? ¿Hay algún chico?

- No... si todo me va muy bien, quizás tenga el sueño cambiado.

- No has respondido a mi otra pregunta.

Ambas alzaron la ceja izquierda a la vez y se miraron incrédulas.

- No hay ningún chico, pero... Llevo varios días soñando con alguien que quizás no exista. Siempre nos ocurre lo mismo, él muere y yo lo hago después o viceversa, nos encontramos en lugares oscuros sin poder vernos. Somos como sombras y su voz la escucho modificada. Es algo extraño... - su madre se encogió sobre la silla y se le descompuso la cara. La joven al ver aquello siguió hablando en seguida - Bah, olvídalo tan solo es un sueño y como ya dijo mi gran afane amigo Calderón de la Barca; los sueños, sueños son.- le guiñó un ojo.

Reinó el silencio y llegó el gato de la muchacha rompiéndolo con ronroneo y arrullo dándole los buenos días. Se colocó encima de las rodillas de ella y le dio cabezazos en sus manos para que le acariciase.

- Buenos días gordi, ¿cómo has dormido?

Más arrullos. Lo dejó en la silla y fue al mueble de la despensa a por lata de comida del gato, el cuál se fue detrás de ella a esperar a comer.

- Lo estás mal criando hija, tienes devoción con el felino.

La chica le sonrió al volver a su asiento y cogió un bollo relleno de mantequilla, lo fue comiendo en trocitos pequeños.

- ¿Papá sigue durmiendo? Está de descanso, ¿cierto? - la madre asintió con la cabeza, le dio un sorbo al zumo.

- Escucha tesoro. Si vuelves a tener esos sueños no dudes en contármelo, ¿vale?

- Mamá, no te preocupes. No es real.

- Lo sé, lo sé. Pero ya sabes que me encanta todo esto.- fingió para no parecer que estaba realmente preocupada.


Esa noche Gianluca volvió a ofrecerse voluntario para velar a Nathaniel, el cuál daba alguna que otra vez un espasmo. Llevaba un rato intentando conciliar el sueño pero los movimientos de su compañero le ponía nervioso.

- Joseph como tú empeores y no estemos en un par de días de vuelta al monasterio te voy a dar una de hostias que vas a volver aquí con media cara rota - colocó el sillón más cerca de la cama y apoyó la cabeza en ella .- Buenas noches JN, espero verte mañana despierto eh.

" I know you want to find me
  Don´t tired looking for me
  But I dónt want you yield
  Love taste better if you have to fight
  You´re looking for me boy, anonymous.

Esa cancioncilla no dejaba de sonar en mi cabeza y cada vez que sonaba en mí, me gustaba más.
Esta vez aparecí en una habitación de lo más refinada posible. Tenía la pared en madera donde se situaba la cama junto a un cabecero acolchado y rosáceo, tres cuadros en la parte izquierda y dos lámparas de distintos tamaños pegados a la derecha. El sumiere de la cama era blanco con juego de sábadas en color mate y cojines más corales. De vuelta a la derecha un gran ventanal en el que se veía unas vistas preciosas desde su pequeño sillón bien colocado y la gran lámpara de suelo perfecta para leer un buen libro. 
Como no, no debía de faltar su cómoda en blanco con el espejo encima de él y jarrones de cristal con ramas de flores en ellos, la mesita de noche, el ropero con estampados en sus puertas... arriba se podía apreciar los juguetes de la infancia y un pequeño banquito en tono marrón.
En el suelo había una alfombra de un color semi grisáceo con dos cojines rosas, en medio de ella con dos figuras de patitos, resaltaba una camita pequeña con varios accesorios.
Sin duda, era la habitación de una chica, era todo tan coqueto y bonito que me podía quedar embobado horas y horas viéndolo.


Me dirigí hacia los cuadros y cogí uno en especial. Uno en el que aparecía un chico en medio con barba incipiente, sonrisa perfecta y ojos grises; a su derecha una chica morena de pelo ondulado de media melena, labios carnosos y ojos verdes; a la izquierda, una chica rubia de ojos grises y piel perfecta.
Me quedé observando la fotografía. Un momento... ese... ese rostro me resultaba familiar, de hecho muy familiar. Volví a mirar con más detenimiento.
No podía creer lo que estaba viendo. Era el mismísimo Gianluca...

-¿Qué es esto?

Sentí como cada vez me ponía más de los nervios. No estaba comprendiendo nada. ¿Qué hacía en esa habitación? ¿Por qué había una foto de Gianluca? ¿Estaba en el cuarto de su madre o novia? La presión que ejercía mi pecho se reproducía con más fuerza. 
Oí pasos y el pomo de la puerta giró. Apurado intenté esconderme en la parte derecha de la cama, justo la que estaba al lado del ventanal. Otra presión y ésta vez más fuerte.
Escuché el carraspear de una voz. Tenía ganas de ver quién era la dueña de la habitación, pero temía que me viese, así que aguardé.
Unos pasitos más y otra parada. El corazón me iba a estallar, parecía que se iba a salir del pecho. Cerré los ojos cabizbajo.
Mierda. El cuadro estaba en el suelo, no me había acordado de él en el transcurso de mi escondida. Vi cómo unas finas y delgadas manos se acercaron a recogerlo.
Tragué saliva asustado.
Y de repente todo volvió a ser negro, pero esta vez, la luz oscura brillaba con más intensidad que nunca. Sentí cómo la otra persona comenzaba a respirar con dificultad cada vez con más fuerza. Suspiré.
En ese momento, me di cuenta de que quizás mi vida nunca cambiaría. Yo era el centro del problema, parecía la muerte; pues a toda persona que se cruzaba por mi camino acababa dolida.
Un cristal cayó al suelo haciéndose añicos, así que sin vacilación alguna, salí a luz y vi como la otra persona estaba en forma de sombra, una sombra oscura y brillante como yo.
Y fue ahí, en ese precios instante en el que sentí cómo una mano me agarraba la mía y toda oscuridad desapareció. De hecho tuve que parpadear un par de veces para poder acostumbrar los ojos a los pequeños destellos de luz que entraban por el ventanal.
Y ahí estaba ella. Con sus ojos rasgados como los de un felino de color grisáceos. De tez pálida y suave, labios rosados, pero rubio ondulado y de un cuerpo esbelto junto a un camisón blanco.
Nos quedamos perplejos mirándonos el uno al otro.

- ¿Quién eres? ¿Qué haces en mi habitación? Como no salgas ahora mismo de aquí, te juro que llamo a la policía. - la chica se ruborizó en seguida y luego se mostró un aire más enfadado.

- ¿Por qué tienes una foto de Gianluca? ¿De qué lo conoces?- la muchacha se agachó con rapidez, cogió un trozo de cristal y me lo apuntó directamente a la yugular.

- Fuera ahora mismo de mi habitación. - se me erizaron los vellos de la nunca con cada palabra marcada con su acento.

Di un paso hacia delante para que viera que no le tenía miedo, podía ver con exactitud como el cristal se clavaba más en mí. La interpelada estaba horrorizada.
Fue a darme un puñetazo en las costillas, pero gracias a las clases de defensa de Gigi la esquivé a la vez que le que quitaba el objeto. La coloqué de espalda hacia mí y apreté sus hombros sin llegar a hacerle daño, tan solo un poco de presión y con la mano que me quedaba libre, hice la misma acción que ella.

- Te lo preguntaré de nuevo, rubia. ¿De qué conoces a Gigi?

- Es mi hermano.- confesó con un hilo de voz.

Nathaniel


Gianluca


Missy Slyon.

domingo, 11 de mayo de 2014

Capítulo III

Monasterio de San Pablo
Peñafiel, provincia de Valladolid
2013


Los primeros rayos de luz comenzaban a salir con impaciencia, y desde la habitación de Nathaniel se veían de una manera increíble. Gianluca no había visto tanta hermosura desde hacía tiempo. Los tímidos colores claros, el aire fresco, la brisa con olor a verano... Saboreó cada segundo que contemplaba viéndolo, hasta que el sol había salido por completo y tuvo que bajar las persianas para que no le molestara a Nathaniel.
Cansado de tanto esperar de pie, decidió sentarse en la silla y escuchar algo de música para que la espera no se le hiciera eterna, no subió el volumen al máximo como a él le gustaba  por respeto a su amigo, pero no pudo evitar perderse en las notas que le hacían vibrar cada músculo de su robusto cuerpo.
No sabía muy bien cuánto tiempo llevaba encerrado en esa habitación que lo estaba dejando K.O en todos los sentidos, tampoco sabía cuantas veces había contado las respiraciones por minuto que había tenido, ni cuantas había escuchado su canción favorita, o las veces que había pensado en su familia... No sabía nada, era deprimente estar encerrado sin poder hablar con nada ni con nadie, pero por encima de todo estaba su amigo y se mentiría a sí mismo si negaba que estaba muy preocupado por la salud de su compañero y que más de una vez se le había escapado unas lágrimas al ver que sus constantes bajaban y que casi no respiraba... Tan solo de pensarlo,  de creer imaginar algo muchísimo más grave se le hacía un nudo en el estómago y se le empañaban los ojos.
Le tenía tanto cariño, que era capaz de hacer cualquier cosa para salvar su vida.

- Hey... ¿Estás llorando? - murmuró el enfermo con un hilo de voz.

Y quizás  hablar había sido lo peor que podría haber hecho. Sintió como todo su pecho ardía y se asfixiaba poco a poco.

- No te creas tanto, no eres tan importante. Es tu habitación que tiene mucho polvo y me da alergia - fingió con una tímida sonrisa.

Se sentó a su lado y le obligó a que volviera a cerrar los ojos y siguiera descansando, pues él bajo ningún concepto se iba a ir, quedaba más que prometido.

"El estar en la cama lleno de vías, sueros, vendas, aparatos que ni sé cómo se llaman, me están volviendo loco. No sé cómo, cuándo, ni por qué estoy aquí... ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué Gianluca intenta evitarme? ¿Es que me he perdido algo? ¿Qué me está ocurriendo?
Necesito tantas respuestas y tan solo encuentro más preguntas; estoy gritando y nadie me escucha, estoy llorando y nadie me consuela, estoy arañándome la cara y nadie... 

- Y nadie está cansada de escucharte día tras día, a la misma hora, hacerte las mismas preguntas.

No sabía exactamente donde estaba, todo lo veía negro, pero si intentaba forzar la vista, podía ver como unos ojos de dos colores diferentes se iban acercando un poco más a mí; aún así, no había rostro que pudiera averiguar. Tan solo el color de sus ojos y el perfume embriagador que me dejaba anonadado; incluso su voz sonaba robótica.

- ¿Quién eres? - pregunté algo asustado.

- La pregunta es al revés. ¿Quién eres tú y por qué llevo días soñando contigo?

Me quedé sin palabras, le estaba respondiendo, pero aquella persona no podía responderme. De nuevo me estaba quedando sin aliento y mis pulmones se cerraban por completo, las manos buscaban con ansia una vía de escape, algo que me pudiera despertar de aquel maldito sueño. Mis oídos se agudizaron e incluso mi visión se volvió más clara, pero aún así la penumbra se apoderaba de mí y me impedía avanzar por mi camino. El cuál se debatía entre la vida o la muerte, pero estaba luchando y sentía como hacía todo lo posible para salir de este pozo negro, parece que algo, alguien, o como quiera llamarlo me quería a su lado y yo tenía que aludirlo como fuera.

De repente todo se volvió demasiado estrecho y a existir algo más de luz. Me arrastré a gatas por el suelo, que era frío como el hielo y a la vez ardiente, hasta que el espacio se hizo tan pequeño que tornó la forma de una cúpula que comenzó a llenarse de agua rápidamente que por mucha fuerza que intentase golpear, el cristal parecía irrompible.
Y de nuevo, me estaba ahogando, sin poder respirar ni de mover un solo músculo de mi cuerpo, pues como por arte de magia unas cadenas me mantenían prisionero, y si más fuerza empleaba, la cadena tiraba más de mí hasta sangrar.
Necesitaba salir, decirle a Gianluca que estaba muriendo, que me ayudase, pues yo no podía solo. Necesitaba despedirme de mi familia por última vez e incluso dar gracias al monasterio. Necesitaba...
Todo mi ser dejó de pensar y se concentró en el dolor que estaba sufriendo desde mi fuero interno. Miles de cuervos estaban picoteando mi cuerpo sin razón alguna, la sangre aumentaba cada vez más, brotaba por doquier e incluso hacía hedor de ella.
Podía ver mi reflejo a través del cristal. Más delgado, pálido, indefenso, enfermizo que de costumbre, me tendía la mano con una tímida sonrisa. En él no se veía los cuervos, ni la sangre, ni la cúpula, tan solo un mar cristalino al fondo y lleno de color.
Era mi oportunidad, tenía que lograr llegar hasta mí mismo. Así que anulé casi todos mis sentidos con fuerza de voluntad. Notaba con exactitud como los huesos sobresalían de mi ser.

Mi mano estaba rozando mi propio reflejo, sentía que podía hacerlo, así pues, dejé derramar unas cuántas lágrimas de lo que estaba quedando de mis ojos y di un solo empujón más. Ese empujón me envió con la unión de mi propia alma, recomponiendo cada hueso roto, dejando ver con claridad después de a saber cuánto tiempo, respirando sin dificultad alguna, cicatrizando mis heridas con una cancioncilla que nuevo la voz aguda iba marcando con dulzura su inglés:

<<  I know you want to find me.
       Don´t tired looking for me.
       But I don´t want you yield.
       Love taste better if you have to fight.
      You´re looking for me boy, anonymous>>

Tan solo me dejé llevar... si esto era la muerte, al menos estaba teniendo una tranquila."

El reloj de la mesita de noche de Nathaniel dio las doce, el cuál hizo que Gianluca se despertarse sobresaltado y se llevó las manos a la cara a modo de culpa por haberse quedado dormido en vez de estar pendiente a su amigo, pero para su asombro, las pulsaciones estaban mejorando y su respiración comenzaba a ser más rítmica.

- Vamos Joseph, sé que puedes hacerlo... Estoy contigo, no lo olvides.

Estaba más sensible que de costumbre y era comprensible, pero no podía seguir así. Si alguien lo veía de aquella manera, o incluso el mismo Nathaniel de nuevo, se preocuparía más.
Él mismo reconocía que tenía construido un caparazón a modo de protección y quizás era malo, pero le habían ocurrido tantas cosas al pobre Gigi desde que creció, que la única forma de salvarse a sí mismo era hacerse más fuerte con cada golpe que le había birndado la vida sin pecado alguno.

Miró a su alrededor, todo lo que contenía la habitación del chico de los ojos verdes era muy importante para él y Gianluca estaba seguro de que todos los días leía de nuevo cada carta o inhalaba el olor que aún seguía existiendo entre los objetos. Era tan cuidadoso y tan tierno con otros, que todo al lado del holandés parecía un mundo de arco iris y aunque su fachada  de chico duro parecía que no le importara lo más mínimo, todo eso le encantaba. Le recordaba tanto a su casa, sus jardines verdes, al espacio abierto y colorido a pesar de sus días de lluvias, a las vistas de casa que se veía el castillo, al olor de limón de su madre, a las manos trabajadoras de su padre como panadero, a la risa contagiosa de su hermana pequeña, y aunque fuera pecado, le recordaba a ella, a sus ojos oscuros y mirada intensa que tan loco le tenía...

Nathaniel hizo una mueca y el interpelado se dio la vuelta en seguida dejando las cosas en su sitio y se sentó al lado suya.

- ¿Me escuchas JN? Mueve un dedo si es sí y dos si es no.

Aguardó un momento. Sabía que el estado en el que se encontraba era grave, pero intentaba quitar hierro al asunto siempre que podía.
No estaba en coma, al menos no del todo, pero temía que la incosciencia  se loo llevara con ello para siempre...
Un golpecito suave provocó un suspiro de alivio y un breve sudor por la frente al muchacho.

- No sabes cuánto me alegro de que puedas oírme, pero no me basta Joseph, intenta despertar y no te quedes atrapado en donde te encuentres ahora mismo. Eres fuerte y lo sabes. Si tienes algo que decirme, hazlo de mejor manera que puedas. Intentaré ayudarte, te lo prometo.

Esperó a una respuesta, pero esta vez no hubo nada a cambio. Volvió a sentarse en la silla con la esperanza de que la mejora de su amigo solo era el comienzo y nunca se daría por vencido.

- Tío, no sabes las ganas que tengo de fumarme un piti y no puedo por tu culpa. Te vas a salir con la tuya y todo... Verás cuando despiertes, te vas a cagar - rió con cierta tristeza.


" De nuevo volvía a estar tumbado, pero pude sentir que tenía algo húmedo debajo de mí y en que el destello plateado de la luna me estaban cegando e impidiendo ver.
Me llevé las manos a los ojos y calmé mi respiración. Al menos sabía que ya estaba a salvo a pesar de no saber si seguía o no con vida.
Quise ponerme de pie de golpe, pero noté cómo las piernas me flaqueaban, así que opté por levantarme poco a poco y estabilizarme. 
Abrí el ojo izquierdo primero y luego el derecho y me quedé sin aliento cuando vi aquel maravilloso paisaje... 
¿Cómo no me había dado cuenta? Estaba en una isla desierta , con un mar cristalino, la arena tan efímera y delicada en color dorada, las palmeras, los cocoteros, el cielo oscuro dejaba ver con exactitud sus preciadas constelaciones, el aroma a mar, a nubes tostadas, a coco derretido, hacían de aquel lugar aún más perfecto.
No podía creerme lo que estaba viendo, había pasado de estar en una cúpula llena de agua con cuervos asesinos, a un paraíso incondicional...
Y aunque sonreí por un momento, la dejé de lado de nuevo, pues sabía que detrás de todo lo bueno se escondía algo malo y ansiaba saber qué era exactamente.
Respiré hondo un momento, llenándome los pulmones del aire más puro que jamás volvería a tomar y me adentré un poco más en el bosque.
Para mí no era de gran sorpresa que estuviera a oscuras y no pudiera ver, pero aún así me asombró.

Los arbustos y plantas no eran muy gruesos y dejaban abrir el paso con facilidad, cosa que agradecí porque necesitaba encontrar una nota o algo al menos. Los grandes árboles, más palmeras, arbustos, plantas, el tintinear de algún que otro animal me convencían cada vez más de que el lugar en el que me encontraba era sumamente hermoso y sería un placer vivir aquí.
El sonido de una rama crujir me sacó de mis pensamientos.

- ¿Quién anda ahí? ¿Hay alguien?

- Veo que ya has despertado. Bienvenido a la vida de nuevo, Don Preguntas.

Otra vez esa voz robótica... Me estaba quedando paranoico, ¿qué era esto realmente? ¿Dónde estaba?

- ¿Puedes hacer el favor de callarte un momento? Tus pensamientos no me dejan descansar.

-¿Pu... puedes oírme? - pregunté estupefacto.

- Llevo haciéndolo desde hace un día y medio y no entiendo muy bien el por qué. De hecho, no sé qué hago aquí, ni por qué, ni quién eres ni qué quieres de mí...

Sentía que la cabeza me daba vueltas y el mareo aumentaba. ¿Qué se suponía que debía de hacer ahora?

- Descansar sería lo suyo... Hacia el fondo hay una cascada, escala por las rocas y detrás de ellas hay una cueva que te conduce a una cabaña. Ahí estarás bien.

¿Cómo podía hacer eso? ¿Por qué me leía el pensamiento? ¿Cómo había acabado en este lugar y con un robot?

- ¡Eh, eh, alto el carro! No soy ningún robot. Yo también oigo tu voz distorsionada. Y lo que estás intentando ver, esta mancha negra soy yo. Te lo adelanto antes de que lo preguntes.

-¿Cómo te llamas? ¿Por qué hemos llegado aquí? ¿Con qué derecho puedes leer mis pensamientos? ¿Qué hora es? - y ahí estaba pasmado vomitando preguntas una tras otra.

- ¿Y tú? No tengo ni idea, has sito tú el que me has traído. ¡No tengas tantas preguntas, que yo tampoco lo sé! La luna te va marcando las horas con las estrellas a su alrededor.

Suspiré. Me había tocado una sombra astuta y perspicaz.

- Me llamo Nathaniel, encantado... ¿Cómo te he podido llamar yo? No sé nada de ti. Gracias...

A pesar de que no podía ver más allá de la sombra, sentí como sus ojos junto a los míos se clavaban en las manillas de la luna. Doce y media de la noche. No podía estar pasando... Estaba atrapado en un sueño desde el principio y tenía que salir de algún modo antes de que volviera a morir.

- Ayúdame por favor - dijimos a la vez. - ¿Cómo?

- Tú primero.

- Todos los días a las doce y media desde hace siete meses, muero una y otra vez junto a la misma pesadilla. La estación del tren, la sombra, el ir a cámara lenta...

- No puede ser... A mí me pasa justo igual - musitó con horror.

Y sin previo aviso, la lluvia llegó con estupor calándonos de pies a cabeza, la arena estaba llenando todo de polvo y el cielo relampagueó a la vez que tronó. Parecía partirse en dos.
Una luz celestial me atravesó el pecho, haciendo poco a poco añicos mi corazón junto al suyo. Estaba tan asustado, estaba tan cansado de vivir aquello solo, que a pesar del dolor que me causaba cada dos por tres algo nuevo, corrí hacia la mancha con todas mis ganas y le tendí mi mano aunque no pudiera encontrar la suya, pero para mi sorpresa también había pensado de la misma forma que yo y se aferró a la mía.

- Sálvame...

Se me hizo un nudo en la garganta cuando su voz verdadera salió a la luz. Era la misma que cantaba por los pasillos y seguramente sería la chica de la cúpula. Me sentía petrificado, pero aún así la traje más hacia mí luchando a toda costa.

- No puedo Nathaniel...

- Vamos anónima, no me hagas esto.

- Ven a buscarme.

- Por favor...

- Sé que lo harás...

Y así fue como ella decidió morir delante de mis ojos, gritando de dolor y empapando mi rostro con su sangre. Yo, pequeño humano, estúpido, frágil e inútil que era, no pude evitar gritar junto a ella y segundo después la sombra desapareció y mi luz junto a ella se apagó."






Missy Slyon.