jueves, 4 de agosto de 2016

Capítulo XIII

Monasterio de San Pablo 
Holanda, Países Bajos.
2013




La joven había perdido la cuenta de la cantidad de paños mojados que le había colocado a Nathan para que le bajara la fiebre.
Gianluca daba vueltas por toda la habitación, Kaylee observaba la puerta por si sus suegros se levantaban y Leoni cubría todas las necesidades del aún, por lo que veía, enfermo.
Se sentó al lado de él, donde yacía descansando en la cama de la muchacha, para su mayor comodidad y le agarró dulcemente de la mano. Aprovechó el momento en el que los demás acompañantes habían desviado la mirada para susurrarle:

- No empeores Nathan, te necesito. No me dejes sola.

Minutos más tarde, el interpelado apretó la mano en modo de respuesta a la vez que comenzaba a balbucear.

- No... No te entiendo - tragó saliva.

Los demás integrantes se giraron enseguida al escucharle.

- Tío, no puedes hacerme esto, hemos venido a pasarlo bien, no a estar enfermo. Vamos hermano. Arriba,

Le ayudó a incorporarse poco a poco y le sirvió un vaso de agua.
Leoni le retiró los paños y se acomodó a un lado junto a su hermano y cuñada.

- ¿Algo mejor? - Preguntaron al unísono.

Nathan sacudió levemente la cabeza y dio otro sorbo de agua.

- Vaya con las pesadillas... Parecen que no piensan terminar nunca - musitó cansado.

El trío se miraron a la vez y se quedaron en silencio durante un rato.

- ¿Me podéis decir la hora por favor?

- Cuatro y veinte de la madrugada. ¿Tenías que tomarte alguna medicación? - preguntó preocupada la rubia.

- No. No. Es una costumbre saber la hora cada vez que despierto.

- ¿Puedes acompañarme un momento Nathan? - su amigo le cogió por los hombros y lo sacó de la habitación. Lo sacudió un par de veces. - ¿Qué pasa tío? 

Sin darse cuenta, lo había llevado hasta su habitación, donde para sorpresa del joven cura, todo estaba desordenado y revuelto. El rubio pareció ruborizarse.

- A ver si este verano cambias, porque vaya mojigato estás hecho... Perdona el desastre. Hemos tenido un reencuentro, ¿sabes a lo que me refiero? ¿Eh? - vaciló dándole un codazo.

Un breve silencio,

- ¿Lo sabes o te lo ex...?

-¡Ay! ¡Que sí! Calla de una vez! ¡Perdóneme Señor! Pero me saca de quicio...

Gianluca no podía parar de reír.

- Siempre tan inocente tío... A ver qué haces mañana cuando salgamos de fiesta.

- ¿De fiesta? Hace años que no voy a una. La última vez, estaba en una verbena de mi pueblo. - rió dulcemente.

- ¿En serio? ¿Y qué vas a hacer cuando se te abalancen cientos de chicas a la vez? ¿Salir corriendo? ¿Decir que eres monje?

- Mmh, la segunda opción. Así ellas pueden correr solas - sonrió. En cambio Gianluca le dedicó una mirada de pocos amigos.

- Are you talking in serious?

- Totalmente. ¿Qué quieres que haga? ¿Acercarme a ellas como un desesperado? No. Creo que paso. No es mi estilo.

Gianluca se llevó las manos a la cara desesperado.

- Joseph...Vamos a ver, te pongo en bandeja a miles de tías buenas en la pista y me las niegas. ¿Cómo puedes hacerme eso? - lloriqueó en tono de burla. Se sentó en la cama.

- Hijo mío, sé que tus deseos de carne son mayores, es tu oxígeno ahora mismo. ¡Pero no empujes a la lujuria a los demás!

Se le fue el tono de voz sin darse su cuenta, y le estampó la almohada en la cara.

Gianluca intentaba sacárselo de encima, pero era tan mayor su asombro, que incluso cayó al suelo.
Se incorporó de un salto, le devolvió el golpe con un puñetazo y de forma pícara dijo:

- Estás en forma cabrón. Y eso que eres un canijo. Vete a descansar. Mañana iremos al gimnasio.

- ¿Estás loco? Me van a fundir.

- Bueno, ya te irás poniendo en forma. Vete a dormir. Nos vemos mañana, hermano.

Nathan iba a replicar, pero sabía que discutir con Gianluca no llegaba a ningún lugar. Así que salió de la habitación sin rechistar.
Kaylee estaba saliendo del dormitorio de su amigo cuando él llegaba, le dedicó un cálido apretón en el hombro a la vez que le sonreía. Sin reparo alguno, se la devolvió.

- Hey, ¿te encuentras mejor?

- Sí. Tengo pesadillas cada dos por tres, no te preocupes por eso. ¿Tú cómo sigues?

Le contempló un poco más con el corazón encogido.

- Sí, sí; mucho mejor. Me alegra saber que Gigi tiene un buen amigo y yo pueda verificarlo.



Todos los despertadores estaban programados a las diez en punto para ir a tomar el desayuno. En la familia Gentile era una tradición reunirse cada mañana para informar de los qué aceres del día, por si alguna vez hubiera una urgencia.
A pesar del dinero que estos podían poseer, la familia prescindía del uso de asistentes, pues decían que era poco honorable. Una de sus incontables reglas, era que nunca se trabajaba más de seis u ocho horas diarias. Siempre debían de encontrar un trabajo que los llenase y fuera valorado, nunca se dejarían llevar por el dinero. Así pues, les daba tiempo de hacer las tareas del hogar.
Como por ejemplo, el desayuno siempre corría del padre, ya que era una de sus especialidades.
Los padres de los hermanos Gentile, eran una pareja simplemente perfecta. Todo el dinero que tenían era debido al esfuerzo diario de su trabajo, nunca se creían gente snobs ni engreídos. Tan solo eran elegantes y amables. No eran superiores ni inferiores al resto.
Georgina, era una señora menuda, no tenía demasiadas curvas, no tantas como Leoni, pero era una mujer realmente atractiva. Su pelo cobrizo y sus ojos claros la hacían realmente hipnotizadora. 
Maquillaje poco inusual, un encanto natural, sus finos rasgos la hacían más bella todavía; pero en comparación con su marido, era completamente distinta. 
El señor Vinnie, Vinnie Gentile, era el hombre más apuesto de todo el vecindario. Un hombre alto y corpulento, en sus brazos cabían su familia. Tenía algún que otro tatuaje escondido por su pasado como marine, el pelo desaliñado de un rubio oscuro, sus pequeños pero atigrados ojos los hacían más encantador. Un caballero humilde de barba de dos semanas bien arreglada, y sus gafas decían de él una persona coqueta, y a decir verdad, aunque la gentileza les acompañaba a todos, no podía negar que le encantaba llamar la atención, y más aún, cuando usaba aquellas gafas.
Eran la noche y el día completamente.
Georgina abrazó a su marido por atrás, éste le dedicó una media sonrisa, cogió sus manos, las acarició durante unos segundos, la giró con suavidad hasta posar sus manos en las caderas y la besó con la mayor ternura que podía existir.

- No habrá día en que no me repita a mí mismo lo afortunado que soy por tenerte.

Ruborizada, colocó las manos sobre su nuca, la apretó con cierta picardía y le proporcionó un beso más enigmático.
De repente, el carraspeo de un joven les hizo dar un pequeño respingo, causando la separación de ambos.

- Buenos días a ti también, hijo. - Vinnie le recibió con un choque de manos, mientras que su madre le dio un beso en la mejilla.


Kaylee apareció como un cabritillo junto a Leoni y Nathan. Se sentaron alrededor de la mesa, aún soñolientos. El padre de la familia, sirvió los mejores manjares que Nathaniel había visto nunca antes. Su mujer, contemplando la mirada del joven, aventuró a decir:

- Nathaniel, ¿te gustaría hacer los honores? - las mejillas del joven tomaron un rosáceo intenso y con cortesía, asintió con la cabeza.

Miró a Gianluca en señal de aprobación y este fue el primero en extenderse la mano, a lo que dio lugar a la unión del resto.

- Señor, bendice estos alimentos que vamos a recibir, gracias a las trabajadores manos del señor Gentile. Bendice a esta honorable familia hasta el final de sus días con todo el amor y bondad del Reino. Gracias Señor por tu misericordia. Amén.

- Amén.- respondieron al unísono.

Por un efímero segundo, el tiempo se detuvo y como si de una cámara lenta se tratase, Leoni se acercó a su oído y le susurró:

- Sé que podía morir sin ti.

Una breve descarga eléctrica les hizo dar un brinco a ambos. Se miraron con los ojos sobresaltados y ella no pudo dedicarle una sonrisa de estupefacción.
Los demás se mostraban expuestos, como si nada hubiese ocurrido y transcurrieron con su delicioso desayuno.


Al parecer, los días en Holanda pasaban demasiado rápido y donde se dejaba  cesar era cuando caía la noche. No obstante, no podían decir que habían tenido una mañana y tarde ajetreada. 
Como bien le había prometido Gigi a Nathan, después de recibir el banquete, fueron al gimnasio donde descubrieron que el interpelado guardaba más fuerza y valor de lo que representaba; a lo que siguió una mañana cargada de compras. Gianluca se propuso de pies a cabeza ser el estilista personal de su compañero, lo cuál no fue tarea fácil ya que su cliente, llevaba demasiados años encerrado y atrapado en una sotana. Tampoco olvidó añadir a la cesta varios esmóquines, ya que esta noche tenían una celebración en la casa de uno de los mejores amigos de la familia.
A lo que condujo a reencontrarse con las chicas para dar un agradable paseo junto al río y a algún que otro chapuzón, aunque el pequeño monje no se unió a ello, todavía sentía demasiada vergüenza como para atreverse,
El estar allí era mágico, era totalmente diferente a lo que vivían en el Monasterio, todo parecía sacado de una película.
Como era costumbre allí, cada vez que había una ceremonia, acto o celebración, los padres de cada familia acudían al hogar donde iba a tener lugar el encuentro a ayudar con los aperitivos, la decoración, el ambiente... Mientras que los jóvenes se arreglaban en las casas de los mejores amigos, separados por sexo para crear más emoción al verse trajeados.


Cuando Gianluca hubo terminado de ajustar la corbata de Nathaniel, se separó un poco de él y orgulloso comentó:

- Vaya, hermano. Pensé que nunca te vería así. Eres... Pareces otra persona totalmente distinta - éste no pudo evitar abrazar a su mejor amigo.

- A decir verdad, me siento un poco más vacío. Demasiado liviano a lo que estoy acostumbrado.

- Para todo hay una primera vez. No quiero ser pesado, pero hoy vas a tener a cientos de mujeres a tus pies.

- Gigi...

- No.- interrumpió a su amigo - Lo digo en serio JN. Te vuelvo a repetir que nunca te has dado cuenta de que no solo eres bello por dentro, por fuera también.

Se cruzó de brazos, aunque finalmente le dio las gracias y se volvieron a abrazar.


En el trayecto hacia la casa de los Berger, no mantuvieron conversación alguna. Los nervios se apoderaban en sus entrañas, quizás más en Nathaniel que en Gianluca, pero aún así era palpable,
El primero daba golpecitos en la alfombrilla y el segundo con los dedos en el volante.
Nathan cayó en la tentación de mirarse durante un segundo, lo que pudo contemplar en esos instantes, lo conmovieron tanto que apartó la mirada sin pestañear. Sin duda, él nunca podría imaginarse que era el mismo que acababa de ver en ese minúsculo retrovisor.
Sacudió la cabeza, cogió aire y lo fue expulsando poco a poco, a cada paso que iba dando tras haber bajado del coche, el oxígeno que había acumulado durante un rato.
Las casas de allí parecían mansiones, tenían cierta igualdad a los pequeños palacios de los ricos, y es que se le había olvidado que su mejor amigo venía de una familia bastante luchadora.
El jardín sin duda alguna era hermoso, no existía palabras para describir lo que veía.
Parecía sacado de un cuento de hadas. Todo sumamente adornado a la perfección.


Iban a llamar a la puerta cuando sin previo aviso ya había sido abierta por dos mayordomos junto a un estruendo golpe de tambores, la iniciación de una amplia orquesta que se situaba detrás de unas cortinas kilométricas de color rojo. Todo el mundo tenía una copa en la mano y por mera educación, Nathan la aceptó encantado.
En ningún momento dejó de sentirse observado, pues desde que entraron, todas las miradas se clavaron en ellos, los murmullos eran incipientes, todo estaba expuesto y los cuchicheos sobre los vestidos era el punto de mira de toda la gala.
Sin darse cuenta, los padres de Gianluca estaban acompañándoles hasta las escaleras, donde a cada zancada Nathan se iba enterando de que se hacía un baile inicial con cada pareja. No pudo evitar pararse en seco. La inquietud de sentirse solo se apoderó de él. ¿Por qué nadie le había advertido sobre eso?
Tragó saliva y miró hacia todos lados en busca de ayuda.
Otro redoble de tambores. Gianluca le giró la cabeza, haciéndose ver que estaba algo perdido.
Al parecer, las mujeres tenían que bajar por aquellas gigantescas escaleras, daban miedo verlas.
Nathaniel no daba crédito a lo que veía. Ciento de señoritas preciosas estabas apoyadas en la barandilla con unos vestidos despampanantes. No pudo evitar quedarse boquiabierto. Nunca había visto tanta belleza junta,
Su compañero le iba explicando los procesos del baile, las características, sus recogidos... Pero estaba tan perplejo que hizo caso omiso a sus palabras.
Un cruce de hombros le hizo salirse de tu asombro.
Miró hacia la derecha y vio a Dorian, con un aspecto bastante desarreglado para la ocasión. Se dejaba ver con exactitud la profundidad de sus ojeras, el trasnochar, cansancio... Haciendo hincapié en el fuerte olor a alcohol que desprendía, pero aún así, sostenía una copa en la mano.
Le dedicó una mirada de pocos amigos, a lo que el interpelado apretó el puño sin darse cuenta.
El rubio al ver la reacción de su amigo, se encogió de hombros al instante y masculló:

- ¿Qué haces aquí?

- Relájate cuñado. Hoy estoy aquí para bailar. Intentemos hacerlo lo mejor posible, por ellas.- y acto seguido le proporcionó un golpe seco en el hombro.

El joven no dudó en abalanzarse sobre él, pero gracias a su confidente, llegó a tiempo para pararle los pies junto al brío de susurros que se había organizado tras el incidente.

- ¿Estás loco? Por favor, Gigi. No merece la pena. Respira hondo, tío. Vamos a pasarlo bien.

- Hazme un favor, Nathaniel.- carraspeó por encima del gentío que al darse cuenta bajó la voz de nuevo.- En cuanto las parejas tengan que ser recogidas, cámbiate por Dorian. Quédate con Leoni y baila con ella hasta el final. Yo me encargo de que Dorian salga de aquí. ¿Ves la posición de Kaylee? .-asintió dubitativo - Todos los años ocurre algo horrible entre ellos dos.

- Pero ella - cortó rápidamente - Espera bailar con su novio, no conmigo.

- Me da igual. Ya se lo explicaremos más adelante.

Sin duda, era el baile más raro al que había acudido. Con personas extrañas y situaciones incómodas.
De nuevo, la música hizo hincapié en la sala y los caballeros se situaban en cada correspondiente escalera para recoger a sus damas. Sentía que el corazón le iba a salir en cualquier momento, e incluso los sudores fríos se hacían entrever.
Giros y más giros abrieron la sala, hasta el momento en el que Gianluca se había colocado detrás de él. No se inmutó del tiempo que había transcurrido.

- ¿Y Dorian?

- Todo arreglado. Disfruta, hermano.

Abrumado volvió a mirar hacia arriba. Esbozó una tímida sonrisa sin darse cuenta. Leoni y Kaylee eran las chicas más hermosas del todo el baile.
Kaylee lucía un vestido en tono crema plisado con una pedrería en el escote de corazón que llevaba haciendo más voluminoso su pecho, junto a unos bucles bien definidos, un suave pero llamativo maquillaje e incluso se percató de la alianza que posaba en el anular izquierdo de su mano. Y en cuanto a Leoni, era totalmente distinta.
Su vestido era de un naranja claro, un escote parecido al palabra de honor pero que quedaba recogido por un juego en modo de flores hecho de pedrería, a lo que le hacía semejanza con una gargantilla. Era de gasa y al vuelo haciendo gran marcaje en su efímero maquillaje por el recogido que lucía.
No cabía duda de que eran unas diosas.
Al ofrecerle su mano, Leoni no dudó un instante en cogerla, en el centro del salón.
Posó sus manos con las suyas, mientras que otra se colocaba en la cadera.
Ella se acercó a su oído y susurró:

- Estás increíblemente guapo, Nathan. Sabía que debajo de esa túnica se escondía un hombre fascinante.

Se ruborizó.

- Gracias Leoni, tú estás... - El reloj de la casa marcó las doce y media. La miró asustado.

- Un tic tac por cada estación...- agonizó la joven.





Missy Slyon