lunes, 28 de julio de 2014

Capítulo VIII

Monasterio de San Pablo
Peñafiel, provincia de Valladolid
2013






Hacía una semana que Nathaniel había abandonado el hospital, pero a pesar de que los médicos le habían recomendado quedarse en el monasterio descansando, él siguió yendo para comprobar el estado de su nuevo amigo Cristian, el cuál todavía seguía dormido o eso creía él...
Vio cómo empezaban a darle pequeños espasmos, tal y como en esos sueños que pisas una cáscara de plátano en una rampa y caes; y a continuación el movimiento suave de los dedos.
El joven, asombrado de aquello, apartó su cuaderno y lo depositó encima de la mesita. Se acercó un poco más y le observó de arriba a abajo.
Sin duda, cada día que pasaba lo notaba mejor y más atractivo le parecía.

- Aún no me he muerto y ya me han traído a un cura. Hay que joderse.- musitó el enfermo sacando de sus pensamientos a Nathaniel.

- ¿Qué? No, no Cristian, soy yo. Nathaniel. Debería de haberte contado que era un Hermano, perdona soy un despistado.

- ¿Antes? Perdone mi vulgaridad, padre; pero he estado inconsciente a saber cuánto tiempo... ¿Cómo cojones le he podido ver antes?

Nathaniel puso los ojos como platos, ni se esperaba la reacción ni lo que acababa de soltar por la boca. Sacudió la cabeza y timbró.

- ¿De verdad no te acuerdas de nada?

- Ehm... bueno, recuerdo que la última persona que vi fue a mi no... ex novia...

- No, no me refiero a eso, sino a lo que hemos estado hablando durante varias noches.

Ahora el que le salían los ojos de las cuencas era al enfermo.

- ¿Pero usted se está oyendo? ¿No le acabo de decir que no le he visto en la vida? Por favor, salga de aquí.

Se giró al escuchar el pequeño golpeo de la puerta y anduvo cabizbajo. La enfermera le tocó el hombro y le susurró con dulzura:

- ¿Todo bien hijo mío?

- Sí, todo bien, tan solo que se ha levantado mal humorado. Pero... si fuera tan amable de hacerme el favor de darle esta libreta luego, se lo agradecería.

- No dudes de ello.

Cerró la puerta tras de sí y se quedó un rato paralizado ahí, mirando a la nada.

- ¿Estás bien JN? Estás algo pálido.- preguntó Gianluca chasqueando los dedos en su cara.

- No. Sí. Bueno, no sé.

- ¿No te lo esperabas así, verdad? Te lo dije, es un pintamonas. No deberías de haberte preocupado tanto por él. Recuerda que todos no pueden ser como yo, campeón.- dijo poniéndole énfasis a la última palabra y dándole un capo.- Vámonos anda, este sitio apesta.

Miró por última vez la habitación a través del cristal y contempló la mirada perdida del joven mientras la enfermera comprobaba su estado, el suero, las vendas...


Anduvieron durante media hora hasta llegar al Monasterio sin decir nada, a pesar de que el rubio lo había intentado por todos los medios posibles.
Se despidieron de los demás hermanos como cada noche en el recibidor y revisaron si había llegado alguna nueva carta.

- Buenas noches Gigi, que descanses.

- Hey, hey, espera.- le cerró la puerta antes de que pudiera irse.- ¿Puedes sentarte un momento? Me gustaría hablar contigo de algunas cosas.

- ¿No podemos mañana?

- No. Tiene que ser ahora. Llevo todo el día en silencio colega, necesito escuchar algo, como si es un pedo tuyo. ¡Pero algo!

Nathaniel no pudo evitar reírse aunque lo hizo cansado, su mejor amigo tampoco pudo contenerse y lo siguió. Cogió una silla y la colocó en frente de él.

- Escucha, he hablado con tu madre y tenemos buenas noticias. Dentro de una semana es verano, así que... Creo que tú y yo tenemos unas maletas que arreglar. Lleva ropa de abrigo, allí hace frío igualmente. Aunque mirándonos bien... Creo que deberíamos ir de compras, ¿cierto?.

Sin darse cuenta, el corazón le dio un vuelco y cada vez se agitaba más rápido. No podía dejar de mover las piernas y morderse las uñas.
Cuando Gianluca fue a tocarle en el brazo, se levantó y gritó un "sí" muy eufórico.
El interpelado se quedó perplejo y aunque tardó en reaccionar, le abrazó con fuerza mientras saltaba alguna que otra risita.

- Al menos tu cara de amargado ha desaparecido.

- Espera, ¿qué? ¿Era una broma?

- No, joder. ¿Cómo voy a estar bromeando? Si tengo unas ganas tremendas de irme de vacaciones y que podamos hacer locuras, ya verás cómo lo vas a pasar... - se le infló los mofletes de tan solo imaginarlo.

- Un momento... - se alejó de sus brazos.- ¿Qué tipo de locuras?

En la sala solo se escuchaban las carcajadas sonoras del rubio. Era más que evidente que todo en él era muy robusto y exagerado, no hacía falta jurarlo.

- Ya lo descubrirás, ¿vale? Por cierto, hablando de locuras... - se puso serio de inmediato mientras le invitaba a sentarse de nuevo.- Tengo que contarte algo que jamás había hecho antes porque no sentía ese lazo familiar que tenemos ahora, y quiero que me perdones por ello, porque la amistad se basa en la confianza y en que se cuente las cosas... Es algo muy importante para mí, una de las cosas más importantes de hecho que tengo en esta vida.

- Me estás asustando, ¿qué pasa Gianluca?

- No soy hijo único. Tengo una hermana pequeña, tiene dieciocho años y es una de las mujeres más bonitas del mundo que jamás haya visto. Sabes que soy muy protector y con ella no te puedes hacer idea de cómo, pero es que no permito que nadie le haga daño.

- ¿Y qué quieres decirme con esto? ¿Que no me acerque a ella?

- Hmm bueno, sí y no. Simplemente que si intentas algo, cuídala bien. Osea, sé que lo harás pe...

- Gigi, ya. Para. Te he entendido, no te pongas nervioso.

Se sonrojó al instante y eso era de lo más extraño en él. Se le quedó mirando estupefacto.

- Bueno, eso no es todo.

- ¿Hay más? Dilo todo de una vez hijo mío, me tienes aquí más perdido que el barco del arroz.

- Tengo... tengo novia.

- ¿¡Cómo?! - se levantó sobresaltado de la silla e inició a dar vueltas por la habitación.

De nuevo esas calores que le hacían quitarse el alzacuellos.

<< Dios mío, me imaginaba lo de la hermana, llevo mucho tiempo aguantando, pero lo de la novia... ¿Quién puede ser? Esto es una locura...>>  pensó.

- Se llama Kaylee y a ella sí que no dejo que te acerques a no ser que le digas que soy perfecto y bla, bla, bla... Ya sabes a lo que me refiero.- le guiñó un ojo.

Se dejó caer en la silla entre cansado y exhausto.

- ¿Cuánto... cuánto lleváis juntos?

- Desde los catorce. Yo la he visto crecer como mujer y ella a mí como hombre y no sabes lo maravilloso que es eso.

- ¡Gianluca Gentile! ¡Por el amor de Dios! ¿¡Te estás escuchando?! ¡Que tienes novia desde hace seis años! ¡Y eres Hermano, un Hijo de Dios! Qué locura tan grande... ¿Lo saben los demás?

- ¡No! Por eso te lo cuento, eres el único que está conociendo toda mi vida. No se lo puedes decir a nadie, por favor.

- Te estás metiendo en un lío. Sabes que tienes mi promesa de que jamás diré nada, pero te podrían echar de aquí si te pillasen.

El muchacho se levantó, le sacudió los hombros e intentó calmarle.

- No entiendo entonces qué haces aquí si tienes novia fuera, casi una vida. Estás loco Gigi, completamente.

- Eso.- rió de forma pícara.- Te lo contaré más adelante. Creo que has tenido suficiente por hoy. Deberíamos ir a dormir, estoy agotado.

Nathaniel asintió con la cabeza sin darle mucha importancia a lo que acababa de decir. Se despidió de él en mitad del pasillo y se fue sumiso en sus pensamientos durante el trayecto hasta que apareció algún que otro mareo y náuseas. Se llevó las manos a la cabeza, volvía a darle vuelta las cosas, cada vez más rápido, el dolor aumentaba.
Se dejó caer en el suelo e hiperventiló...

"Joder, da igual lo que haga en esta vida. Siempre termino de la misma manera. Necesito acabar con esto por favor.

- ¿Nathan? - me llamó una voz demasiado apagada y asustada a la vez.

Abrí los ojos un poco más para ver quién era, pero por el tono agudo deduje que era Leoni.
Desde que salí del hospital no había vuelto a soñar con ella, no sabía nada, como si nunca hubiera existido y fuese fruto de mi imaginación; y sinceramente el dejar de verla no me sentó nada bien. Era el único pilar que tenía para apoyarme cuando la noche oscurecía y la magia caía y a cambio de eso, no hallé ninguna respuesta suya cuando le buscaba entre mis pesadillas... Había llegado a pensar que quizás no quería volver a verme, que quizás haberme visto morir tantas veces le había alejado de mi camino, que quizás se sentía asustada por toda esta mierda que estábamos viviendo sin explicación alguna, quizás...

- Nathan, ayúdame por favor...

Alcé un poco más la vista y me froté los ojos para intentar ver con más nitidez.
Y allí estaba ella, en mitad del pasillo con un camisón blanco, con los ojos empañados de lágrimas y la respiración entrecortada.

- ¿Qué... qué te ocurre?

Me incorporé, y aún jadeante avancé hacia ella con paso apresurado. Me ofreció su mano y en seguida me detuve. No me podía creer lo que estaba viendo. Su mano estaba... estaba cubierta de sangre, tenía las mejillas encendidas y marcas en el cuello.
Me quedé petrificado, no podía moverme ni reaccionar. Volví a sentir cómo el pánico volvía a apoderarse de mí. Mi sangre fluía con rapidez en las venas, los sudores fríos, la impotencia de querer gritar y no poder...

- Tienes que hacer que pare por favor...

- ¿Que pare el qué?

- No puedo más, ayúdame, te necesito...

- Leoni, ¿qué está pasando?

- No quiere dejarme, me tiene retenida.

- ¿¡Quién?! ¡Leoni contéstame!- entre mis nervios y sus lágrimas la tensión podía palparse en la sala.

Vi el terror en sus ojos, la desesperación, la impotencia de la agonía que escondía... Con manos temblorosas le tendí la mía, pero fue rozar su tacto con el mío y no pude evitar gritar de dolor cuando empezó a arder. Sus marcas aumentaron al igual que su dolor y la sangre. No estaba comprendiendo nada, pero sí que sabía que verla sufrir estaba siendo una de las peores cosas que estaba viviendo.

<< And if I bleed, I´ll bleed,
      Knowing you don´t care.
     And if I sleep just to dream of you,
     I´ll wake without you there,
    Isn´t something missing?
   Isn´t something...>>

Y las llamas junto a nuestro calvario nos envolvió. Despareció de mi vista, y la única respuesta que me dejó fue un verso entonado lleno de aflicción..."




Missy Slyon


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